Una misma experiencia de vida para educadores y jóvenes

Francisco de Sales supo presentar la vida espiritual como una realidad al alcance de todos: querer ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo.

El papa Francisco dice: «Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad”.

Es tarea nuestra acompañar a los jóvenes en su búsqueda vocacional y de santidad, así como de vivirla nosotros mismos. Es quizás lo que con más urgencia y necesidad nos pueden estar pidiendo.

Hay otro elemento fundamental de nuestra espiritualidad: la presencia y la escucha para ayudar a todo el que llegue a nosotros; y al que nosotros nos acerquemos para entablar una relación de amistad, encuentro y cercanía. Esta actitud pastoral adquiere el sabor salesiano de poner a la persona, al joven al centro.

San Francisco de Sales orientó su propia vida pastoral como la realización de una misión que se le había encomendado. La participación del amor de Dios es lo que lo llevó a participar también en la misión salvadora de Cristo Buen Pastor. A partir de su experiencia del amor de Dios en sí mismo, sintió que ese amor ardiente, o ardor amante, se traduce en alegría por la conversión del pecador, y en pena ante la dureza de corazón de quienes rechazan esta invitación.

Nos toca renovar y, en algún caso, recuperar el dinamismo apostólico del dame almas y llévate lo demás, entregándonos a Dios y a los jóvenes con su misma caridad pastoral y la de Don Bosco.

Florecer donde Dios nos ha plantado, aprender a amar la condición que tenemos, asumir la vida como se presenta y amarla como manifestación de la aceptación del querer de Dios, puede parecer algo pasivo. Pero no resulta tal cuando se trata de practicar la virtud, hacer el bien, cumplir el propio deber, las cosas de cada día, en el lugar donde la providencia de Dios nos ha plantado, y tal vez donde no siempre habríamos querido estar, o quizá sí. Es disponer el corazón para la aceptación de la voluntad de Dios.

 

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Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 256 Marzo Abril 2022

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