Foto: R. Solapov El día que mi hija cumplió seis años, llamé insistentemente a mi hermana Laura para organizar una reunión. Ella nunca contestó porque estaba practicándose una liposucción con aumento de senos en la que sufrió un paro cardíaco provocado por la anestesia. Mi hermana perdió la vida ese día.

egún la información que nos dieron, durante el procedimiento estaba en una postura boca abajo. Cuando la movieron hacia arriba, su cuerpo hizo un choque.

Ella nunca nos dijo que quería cambiar algo en su cuerpo. Estaba pasando por una situación difícil: se había separado de su esposo, se había quedado sin trabajo y estaba pasando por un período de depresión.
La razón exacta que la motivó a optar por la cirugía nunca la sabremos, quizás solo fue por vanidad. Laura era médico y ese día fue normal: atendió en su clínica a varios pacientes y luego, por la tarde, se fue a la cirugía, sin más, como algo muy sencillo.

Después de haberlo pensado mucho, creemos que lo hizo para sentirse mejor y subir su autoestima. Laura confiaba mucho en el trabajo de sus colegas, consideró el procedimiento muy sencillo y no pensó en las consecuencias.

Ese día quedará grabado en mi mente para siempre. Me llamaron del hospital para explicarme que mi hermana había tenido complicaciones con una cirugía. Fue hasta que llegué que me enteré de la realidad.
Fui la primera en verla. Su cuerpo había cambiado totalmente. No parecía mi hermana, no podía ser ella. Desde ese día todos en mi familia tenemos secuelas emocionales muy fuertes y hemos necesitado terapia para poder superarlo.

Sus hijas han tenido que crecer sin su mamá, en una familia disfuncional. Mi mamá se hizo cargo de las niñas para ayudar al papá. Ella sigue con ese dolor cada día. Hemos pasado por muchos períodos de odio, resentimiento, culpa. Hubo una fractura en la familia. Para mi mamá sus nietas se convirtieron en hijas y, aunque ya pasaron varios años, es un tema muy sensible. Tenemos muchas preguntas sin responder.

Laura era luminosa, alegre, fuerte, decidida. Todo el mundo la quería, sus pacientes, sus amigos, sus hijos, su familia. Era una excelente profesional y mamá. Llevaba la delantera, era la unificadora de la familia, Podíamos acudir a ella para todo. Madura, sensible, se daba por completo. Eso nos hizo pensar que no se sentía mal consigo misma, que no tenía debilidades o complejos. Era una mujer bonita, elegante, fue deportista, era muy segura, nunca hubiera pensado que tenía una grieta en su autoimagen.

Gracias a la terapia pudimos comprender que hay una forma en la que te ven los demás y otra en que te ves tú mismo. Eso está influenciado por las presiones sociales. Ella tenía una carrera muy competitiva a nivel profesional y de imagen. Llega un momento en que uno asocia la imagen con el éxito y puede ser que ella quería verse diferente.

Las personas deberían conocer los riesgos que implica cualquier tipo de procedimiento para tomar buenas decisiones, dadas las consecuencias que pueden traer. Decimos que nuestro cuerpo es nuestro y que nuestras decisiones no afectan a otros. Pero sí afectan cuando no somos responsables.

Ahora solo me quedo con una gran lección de vida: he cambiado totalmente los cánones que tenía sobre la belleza. Sé que hay cosas más importantes dentro de las personas, además de este gran vacío por no poder volver a ver a Laura.

 

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Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 255 Enero Febrero 2022

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