maestro Conocí a Don Bosco por una una medalla de María Auxiliadora y San Juan Bosco que me dio mi abuela. Estudié en una casa salesiana, me gradué y volví como educador. En este trabajo muchas veces he sonreído y otras tantas llorado ante a la imagen de Don Bosco sin entender qué era lo que quería de mí.

Una tarde en que me sentía frustrado en mi trabajo, decidí tomar un respiro y caminé en silencio hacia la iglesia. Al mirar la imagen de Don Bosco que guardo en mi billetera, le pedí que, por favor, me diera una señal, algo que me motivara a continuar.

Días mas tarde, un joven de apenas dieciséis años me contó que había tenido la idea de acabar con su vida. Quedé impactado. No esperaba eso y quedé por unos segundos en completo silencio mientras lograba procesar la confidencia.

Cuando escucho historias similares, no logro captar todo el alcance de un drama así. Conocer el nombre del joven, su edad e ideales fue algo totalmente diferente.

Él me contó su historia después del intento de suicidio. De inmediato sentí la responsabilidad de ayudarlo, enviándolo a algún profesional de la salud.

Me esforzé en ayudarle a descubrir la riqueza de su persona, y así afianzarse en el lado positivo de su vida. Este recuento de su vida lo hizo reflexionar mucho y descubrir la razón de su vida.

Un elemento que subrayó fue el influjo de sus educadores salesianos a quienes consideraba como el motor para continuar viviendo. Ellos habían logrado muchas veces despertarle una sonrisa, lo que no lograba en su hogar. Me incluyó entre esos educadores. Oír eso me conmovió profundamente, miré la imagen de Don Bosco y le dije: “Ya entendí qué quieres de mí”.

Entendí por qué Don Bosco entregó su vida por los jóvenes. Entendí su misión, su carisma y por qué siempre tenía una sonrisa en el rostro. ¿Cuántos jóvenes estarán en la misma situación que este? ¿A cuántos hemos podido salvar con una sonrisa al recibirlos por la mañana?

Ahora comprendo con claridad el lema de Don Bosco: “Dame almas y llévate todo lo demás”.

Desde entonces pongo en mis oraciones a todos los jóvenes que estén pasando por situaciones similares. Y pido a Dios que me dé fuerzas para ayudar en experiencias parecidas.

 

Vacío existencial

El vacío existencial es un factor importante para entender el porqué muchos suicidas optan por poner fin a su vida.

Tal vacío se da cuando el individuo no encuentra sentido a su vida y por tanto concluye que no vale la pena vivir.

Para quien vive en estado de vaciedad de sentido, su propia identidad se oscurece, la realidad se distorsiona y se imponen la depresión, el aburrimiento, la apatía, la tristeza y el pesimismo.
Estos estados de ánimo producen un sufrimiento profundo y permanente que, para el suicida, el único modo de aliviarlo es quitándose la vida. El pensamiento de la muerte se le vuelve una idea obsesiva. Es la puerta de escape para una vida inútil y vacía.

Todo ser humano trae consigo el anhelo de vivir, de crecer humanamente, de desarrollar lo mejor de sí. Si estos impulsos vitales se frustran o sobrevienen crisis dramáticas que el interesado no puede superar, entonces aparece la crisis existencial. La vida ya no tiene sentido, se vuelve vacía y se transforma en un desierto.

 

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Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 252 Julio Agosto 2021


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