presentacion ilustracion No habíamos terminando de ensalzar y aclamar la maravilla de las redes sociales cuando comenzaron a sonar las alarmas.

Lobos feroces y pandemias altamente dañinas están ocasionando extensos daños a espaldas de nuestra ingenuidad.

Quizás el efecto más evidente es la adicción. ¿Cuántas horas diarias gastamos ante la pantalla capturados por videojuegos interminables? ¿O embobados en series intrascendentes?
Las empresas gigantes de redes sociales contratan psicólogos de alto nivel para diseñar recursos que mantengan al usuario pegado a la pantalla el mayor tiempo posible. Puro negocio.

Añádase la proliferación de la pornografía, el chisme, la agresividad. O esos vicios cobardes como bullying, sexting y otros afines de nombres exóticos.

Robos de identidad, fraudes cibernéticos, negocios turbios de droga y armas florecen en los laberintos de internet.

Resulta que la célebre computadora portátil era la varita mágica para quien aspirara a ser un genio en los estudios. Y ahora autoridades de prestigio nos demuestran que es lo contrario: que esos niños cibernéticos crecerán con un déficit de atención. Porque ya se oye hablar de cretinos digitales.

¿Seremos capaces de desconectarnos, aunque sea parcialmente, en aras de nuestra salud mental y moral? Al menos, para no quedarnos atrapados sin remedio en esas redes tentaculares.
La atractiva golosina escondía una gota de veneno. Y nosotros tan ingenuos.

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