esferabites Además de aquellos espacios geográficos, hay un nuevo "continente", el digital. No tiene una extensión territorial, pero abarca el mundo entero. Los estudiosos dicen que será dentro de poco el más poblado; frecuentado, sobre todo por muchachos y que no puede dejarnos indiferentes a los salesianos y educadores. No podemos ignorarlo o amargarnos por esto. Es una nueva era que ofrece grandes oportunidades a la iglesia para llevar el Evangelio a quien no lo conoce.

En este continente, donde nuevas reglas guían la búsqueda de la verdad, está una nueva cultura, un nuevo modo de relacionarse con la naturaleza, con los otros y con Dios; una cultura que se desarrolla rápidamente y nos compromete. A nosotros nos toca elegir ser turistas o misioneros; los primeros pasan, admiran y toman aquello que quieren; los otros se sienten enviados y se encarnan.

De Jerusalén a Galilea partieron los primeros testigos de Jesús. Estamos llamados a llegar hasta esta nueva frontera proponiendo una pastoral del mundo digital que está llamada a tener en cuenta a quienes no creen, a los que desconfían y tienen en el corazón el deseo del absoluto y de la verdad que no caduca, precisamente, a partir del momento que los nuevos medios posibilitan entrar en contacto con creyentes en su propia religión, con no creyentes y personas de toda cultura.

Los primeros testigos de Jesús se movieron a pie, después a caballo, en barca, en carruaje, en carro, en avión; hoy, los vehículos son la fibra óptica, los satélites y la tecnología digital. Es el lanzamiento misionero, el deseo de vivir una gran pasión por Dios y por la salvación de los jóvenes, como hizo Don Bosco. Ser fieles al evangelio, a la misión de la Iglesia y al carisma salesiano nos empujan a estar presentes en este nuevo continente. Hagamos nuestra, como dice el Papa la exhortación de San Pablo "Hay de mí si no evangelizo" (1Cor 9,16).

Se requiere una formación diferente, más sólida y profunda. La fecundidad del ministerio sacerdotal deriva ante todo del Cristo encontrado y escuchado en la oración; anunciado con la predicación y el testimonio de la vida; conocido, amado y celebrado en los sacramentos, sobre todo la eucaristía y la reconciliación.

Así podemos ayudar a los jóvenes de hoy a descubrir el rostro de Cristo, conjugando el uso oportuno y competente de los medios, del lenguaje, adquirido también en el periodo de formación, con una sólida preparación teológica y una fuerte espiritualidad religiosa y sacerdotal, alimentada con el continuo coloquio con el Señor.  Nos toca a nosotros tener corazón de consagrados para dar alma no sólo al propio trabajo pastoral, sino también al ininterrumpido flujo comunicativo de la "red" y de la comunidad en el  continente digital.

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