Foto: CEDES En Pentecostés, el Espíritu Santo abre el tiempo de la Iglesia y de la misión. Gracias al Espíritu, la espiritualidad y la misión van de la mano. No es posible separar la misión de la espiritualidad ni la espiritualidad de la misión.

Cuando no conseguimos vivir de manera integrada la misión y la espiritualidad, con mucha probabilidad llamarán a nuestra puerta el cansancio y la confusión o el conformarnos con estar ocupados ‘entreteniendo’ a otros con nuestras actividades, pero sin llegar verdaderamente a ‘tocar’ lo profundo de la vida de cada uno.
Volver al amor primero

Hoy muchos sociólogos hablan de la “sociedad del cansancio”. El papa Francisco dice que también los agentes de pastoral podemos vivir cansados. ¿Por qué nos cansamos tanto? Algunos podrían decir que tenemos la agenda llena de compromisos...

El problema no es siempre el exceso de actividades sino, sobre todo, las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. Por lo visto, la causa de muchos de nuestros cansancios no la tenemos que buscar en la agenda, sino en nosotros mismos: en la falta de motivación y en la desconexión con la que vivimos misión y espiritualidad.

Para sanar este cansancio debemos llegar hasta sus causas. El camino hasta el amor primero revitaliza. Don Bosco, en los últimos años de su vida, vio que, en el Oratorio de Valdocco, se había perdido el amor primero. Por eso, desde Roma, escribió una carta a los jóvenes y salesianos del Oratorio donde comparaba la vida y la ilusión de los primeros años con la crisis que se estaba viviendo. En el Oratorio se había perdido la alegría, la vida, la confianza. En conclusión, había que volver al amor primero.


Espiritualidad

La palabra espiritualidad está de moda, pero esta palabra tiene una gran ambigüedad. Podemos ver un florecer del deseo de espiritualidad en lugares y contextos muy distintos, pero muchas de las propuestas de espiritualidad que hoy están en boga nada tienen que ver con Jesús y su Evangelio.

Dice el papa Francisco: En algunos jóvenes reconocemos un deseo de Dios, aunque no tenga todos los contornos del Dios revelado. En otros podremos vislumbrar un sueño de fraternidad, que no es poco. En muchos habrá un deseo real de desarrollar las capacidades que hay en ellos para aportarle algo al mundo. En algunos vemos una sensibilidad artística especial, o una búsqueda de armonía con la naturaleza. En otros habrá quizás una gran necesidad de comunicación. En muchos de ellos encontraremos un profundo deseo de una vida diferente. Se trata de verdaderos puntos de partida, fibras interiores que esperan con apertura una palabra de estímulo, de luz y de aliento.

La clarividencia de quien ha sido llamado a ser padre, pastor o guía de los jóvenes consiste en encontrar la pequeña llama que continúa ardiendo, la caña que parece quebrarse, pero que, sin embargo, todavía no se rompe. Es la capacidad de encontrar caminos donde otros ven solo murallas; es la habilidad de reconocer posibilidades donde otros ven solamente peligros. Así es la mirada de Dios Padre, capaz de valorar y alimentar las semillas del bien sembradas en los corazones de los jóvenes. El corazón de cada joven debe, por tanto, ser considerado ‘tierra sagrada’, portador de semillas de vida divina, ante quien debemos ‘descalzarnos’ para poder acercarnos y profundizar en el Misterio.

Reconocemos bien, en esta mirada, el estilo y modo con que nuestro amado padre Don Bosco se acercaba y acompañaba a sus muchachos.

Espiritualidad cristiana

Hay una espiritualidad cristiana fundamental que brota del mensaje esencial del Evangelio y que lleva también la impronta de los valores más decisivos de cada momento de la historia en el seno de la Iglesia. El cristianismo se encarna en la historia y aspira a transformar al hombre concreto en su situación cultural. Por eso, la espiritualidad cristiana debe responder a las necesidades de cada época y debe expresarse con las categorías del tiempo presente. Estos valores que brotan del Evangelio en todos los contextos, culturas y épocas, son valiosísimos puentes de comunicación, diálogo y encuentro con las demás religiones.

Lo decisivo en la vida espiritual es descubrir el misterio de Dios en el mundo y en nuestra vida porque Dios está actuando en la historia del mundo, en los acontecimientos de la vida, en las personas que encuentro y que me hablan. Aquí encontramos el fundamento del discernimiento. Porque Dios no está ocioso, sino que está actuando, y la misión de la Iglesia es hacer posible que cada hombre y cada mujer encuentre al Señor que ya es Presencia y actúa en sus vidas y en sus corazones. La pastoral juvenil tiene como objetivo ayudar a que cada joven se encuentre con el misterio de Dios que está actuando en la historia, en su vida y en su corazón.

Don Bosco supo leer los acontecimientos de la vida desde Dios. Para vivir desde Dios se necesita un centro vital que unifica la persona puesto que una persona espiritual es una persona construida, unificada y estructurada gracias a la acción del Espíritu Santo. La persona espiritual tiene conciencia de ser hijo de Dios, posee la inteligencia de la fe que le capacita para percibir el misterio de Dios y el sentido del mundo y de la historia, y vive su fe en una comunidad de hermanos al servicio del Reino de Dios.

La espiritualidad toca la vida. Una vida tejida por sueños, experiencias, relaciones, proyectos y elecciones. Debemos ser capaces de animar a nuestros jóvenes a atreverse a soñar y elegir; vivir intensamente y experimentar; disfrutar de la amistad con Jesús; crecer y madurar; vivir la fraternidad; comprometerse; ser un misionero valiente.

Espiritualidad salesiana

Hablamos de una espiritualidad salesiana como expresión carismática dentro del ‘gran río’ de la espiritualidad cristiana. Lo sustantivo es la espiritualidad cristiana y lo adjetivo es el concreto estilo carismático.

La espiritualidad salesiana tiene su raíz en la experiencia espiritual que vivió Don Bosco, que vivieron los primeros salesianos, las primeras salesianas, los laicos colaboradores y los jóvenes del Oratorio. En esta tradición espiritual vemos un modo particular de entender la vida cristiana; la acción educativa, pastoral y social; la propuesta pedagógica y espiritual que llamamos Sistema Preventivo.

Nuestra espiritualidad tiene algunos rasgos que le son muy propios: es una espiritualidad de lo cotidiano, una espiritualidad pascual de la alegría y el optimismo, una espiritualidad de la amistad y de la relación personal con el Jesús, una espiritualidad de comunión eclesial, una espiritualidad mariana, una espiritualidad del servicio responsable, proponiendo siempre, como hizo Don Bosco, la meta de ser “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.

Buscamos promover la dignidad de la persona y sus derechos; ejercitarse en vivir con generosidad en la familia y favorecer la solidaridad, especialmente con los más pobres; realizar el propio trabajo con honradez y competencia; promover la justicia, la paz y el bien común en la política; respetar la creación y favorecer la cultura. Todo esto forma parte de nuestra espiritualidad, de nuestro modo de ser Familia Salesiana, y mensaje evangélico con el carisma de Don Bosco en lo más diversos lugares del mundo.

 

Entonces todo cambió

Mi nombre es Cristóbal González, pero mis amigos me llaman Papucho. Tengo 22 años y estudio el cuarto año de Zootecnia. A la edad de 15 años, yo era un chico afectado por el temor y la inseguridad. Me cohibía al intentar expresar mis sentimientos. Cuando conocí al Movimiento Juvenil Salesiano, imaginé que me excluirían. En cambio, me recibieron con los brazos abiertos y mucha alegría. Entonces todo cambió. Me volví más activo y mi timidez desapareció. Mi fe comenzó a crecer en el grupo. Fui descubriendo dones personales que comenzaron a desarrollarse conforme los iba poniendo al servicio de los demás. Me gusta ayudar al estilo de Don Bosco y de Sor María Romero, de la mano de María Auxiliadora. Estoy agradecido con Dios por haberme puesto en esta gran familia.

 

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