Foto de: michal jarmoluk Los efectos públicos son parte del perdón actualizado por Jesús en la escena de Zaqueo (Lc 19,1-10).

Habitualmente leemos este texto poniendo el acento en lo inmerecido y escandaloso del acercamiento de Jesús a este pecador público, “jefe de publicanos y rico”.

Con todo, para llegar al clímax de la escena (las palabras de Jesús “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”) no podemos olvidar la reacción de Zaqueo: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, devolveré cuatro veces más” (Lc 19,8).

La novedad del Dios de Jesús es que adelanta el ofrecimiento del perdón, no espera el arrepentimiento.

El perdón de Jesús rompe el esquema arrepentimiento-conversión-perdón, adelantando el perdón y confiando en él como poder transformador.

Si bien el perdón no espera al arrepentimiento, tampoco anula su necesidad.

El texto subraya la exigencia de cambio y conversión que nace del ofrecimiento del perdón.

Zaqueo manifiesta públicamente su decisión radical y de hondas repercusiones sociales.

El perdón solo se consuma cuando es aceptado. Es una exigencia evangélica el reconocimiento de la necesidad de ser perdonados y de aceptar el perdón: sólo así se renace de nuevo.

 

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