Foto por : Oscar Bennett El reciente sínodo celebrado en Roma abrió de par en par las puertas de la iglesia a los jóvenes. Ya no como objeto de la pastoral eclesial, sino como protagonistas. No más desconfianza hacia ellos, ningún espacio a la crítica amarga.

Que se les deje de considerar la generación ignorada, sobrante.

En adelante tendremos que acostumbrarnos a un nuevo vocabulario pastoral: acompañar, escuchar, acoger; alegría, esperanza, audacia, corresponsabilidad. Todo referido a los jóvenes.

Podría pensarse en un revolución copernicana de la pastoral. El clima a respirarse en cualquier comunidad eclesial será el de la acogida cordial y alegre de los jóvenes. Que se sientan bienvenidos, corresponsables.

Adiós a una imagen de iglesia basada en reglas, prohibiciones, obligaciones. No el control sino la amistad y la confianza. Estar con ellos dentro y fuera del recinto eclesial, al estilo de Jesús que pasaba todo su tiempo con sus discípulos hasta lavarles los pies.

Ya no más jóvenes de dentro y jóvenes de fuera. Todos son nuestros jóvenes. Por tanto, queridos con una presencia afectiva y efectiva.

Toca asumir la tarea de diseñar una iglesia proactiva, atractiva para los jóvenes alejados, ausentes.

Y acompañarlos en el desarrollo de su proyecto de vida. La juventud es la etapa de la vida en que se estructura dicho proyecto, que puede resultar fallido o logrado. El ambiente en que ellos viven está plagado de amenazas y propuestas equívocas. Piden acompañamiento.

Adiós al clericalismo. No hacer algo por ellos sino en comunión con ellos. Bienvenida la corresponsabilidad.

Y guiarlos para que descubran el encanto de Jesús.

En este número del Boletín Salesiano presentamos un mosaico de textos derivados de dicho sínodo con la pretensión de despertar el apetito de los lectores para sumergirse en el documento final y asumir la novedosa y estimulante propuesta pastoral allí diseñada.

Heriberto Herrera

 

 

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