El arte de acompañar a los jóvenes es una actividad diaria. Los grandes y los santos educadores nos dicen que la regla fundamental para acompañar a los jóvenes es estar presente en sus vidas en todo momento.


En lugar de considerarlo como una forma de control, es el camino de la amistad y de la confianza, es compartir la vida con los muchachos y las muchachas.

Puede parecer un control de sus comportamientos; en cambio, es el camino de la amistad y de la confianza, para que se sientan libres y en casa con nosotros.

¿De qué otra manera podríamos descubrir quiénes son y qué necesitan? ¿De qué otra manera podríamos saber cómo se relacionan con los adultos, sus pares e instituciones? ¿Cómo podríamos evitar que fueran atraídos a esos círculos que les hacen daño? ¿Cómo podríamos enseñarles a mantenerse alejados del mal? ¿Cómo podríamos descubrir lo que el Espíritu de Dios les está diciendo? ¿Cómo pueden aprender a orar desde nuestro testimonio?

Pienso en Jesús, que pasó todo su tiempo con sus discípulos. Él sabía cómo se relacionaban entre sí. Cuando necesitaban ayuda, los apartaba por un momento, como hizo con Pedro. Para él, los discípulos y el pueblo eran su tierra santa.

Para obtener una comprensión profunda de una persona, será importante involucrar a la comunidad. No estamos solos en la tarea de guiar a los jóvenes. Todos en una comunidad, ya sea una escuela, un instituto o una parroquia, tienen una idea sobre quién es un determinado joven.

Por ejemplo, si se necesita tomar una decisión sobre la vocación, no basta la opinión de los profesores del seminario o del superior; es necesario escuchar al párroco, a los catequistas, incluso al que cocina, a las personas de donde viene el candidato.

En Bélgica admiro a los educadores de las escuelas que saludan a los estudiantes cada mañana en la puerta de los colegios. Los veo en el patio hablando con los estudiantes y vuelven a la puerta para cuando los alumnos retornan a casa y reciban el saludo de despedida. Simplemente están presentes en todo momento. Ellos conocen a sus ovejas y las ovejas los conocen, tal como lo hizo Jesús.

Veo sacerdotes que continuamente salen en medio de la gente. Los domingos están en la entrada de las iglesias antes y después de la Eucaristía, escuchando a los fieles y compartiendo alegrías y tristezas. En ese momento su lugar no es la sacristía.

Acompañar significa estar presente, escuchar, con puertas y corazones abiertos, con un interés profundo y concreto, siempre dando valor y esperanza. Un educador que acompaña a los jóvenes no es solo un profesional en una consulta, o un psicólogo que examina los tipos de comportamiento; es un amigo en la vida de una persona, dispuesto a caminar juntos...

Al final, Jesús se hizo tan íntimo con sus discípulos que les lavó los pies, compartió con ellos su cuerpo y su sangre, y los invitó a orar con Él cuando estaba sufriendo.

 

 

 

Compartir