Poznan Cuando hablamos de persecución nazi, pensamos en el pueblo judío. Pero no debemos olvidar que muchos católicos también fueron perseguidos. Basta recordar los años jóvenes de Karol Wojtyla (san Juan Pablo II) para ver cómo se intentó aniquilar el sentimiento de un pueblo en sus raíces más católicas. El santo Papa polaco beatificó el 13 de junio de 1999 a 108 mártires perseguidos por ser parte de la Iglesia Católica.

Fueron acusados de ser traidores al régimen y de organizar complots. Casi todos fueron deportados a campos de concentración o las cárceles. Y no todos eran consagrados. También había laicos.

Entre ellos queremos recordar a los Cinco de Poznan. Se llamaban: Franciszek Kęsy, Edward Klinik, Jarogniew Wojciechowski, Czesław Jóźwiak y Edward Kaźmiersk. Eran líderes en el Oratorio Salesiano de esa ciudad. Y formaron un grupo de amigos inseparables en el apostolado y en el martirio.

Juntos se habían formado en el ambiente salesiano; juntos habían vivido el servicio de animadores en el Oratorio como una vocación; juntos llevaron a las cárceles por las que pasaron, el sereno clima de santidad que habían vivido desde niños.

Se les acusó, falsamente, de ser traidores al Estado nazi. Fueron arrestados en septiembre de 1940; juzgados sin pruebas. Eran demasiado jóvenes y demasiado inocentes para entender las oscuras tramas de la maldad humana.

El día 24 de agosto de 1942, muy consientes de que era un día dedicado a María Auxiliadora, fueron martirizados en la cárcel de Dresde (Alemania). Para amedrentar al resto de los prisioneros, se les martirizó en el centro del patio de la cárcel y utilizando la guillotina (que ya estaba en desuso). Tenían entre 20 y 23 años.

Antes de morir se les permitió escribir una carta a sus familias. Por suerte, las conservamos. Dicen así: “Mis queridos padres, hermanos y hermanas: Ha llegado el momento de despedirme de ustedes y, precisamente, en el día 24 de agosto, día de María Auxiliadora. No lamenten que siendo tan joven me vaya de este mundo. Hasta el último momento, María ha sido siempre mi Madre”.

Y sabían adónde iban. “El buen Dios me lleva consigo. No lloren, porque ya estoy con Jesús y con María”.


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