Experiencia juvenil Podría sorprender a más de un adulto despistado la constatación de que los jóvenes de hoy no están tan interesados en la televisión o en la radio, pues la oferta musical que los absorbe es para ellos internet.

La razón que explica esa migración no es caprichosa. Los jóvenes prefieren elegir los contenidos a su antojo. Internet les ofrece un inagotable menú. En cambio, en radio y televisión los contenidos ya están programados por otros.

Esto trae un vuelco cultural enorme que afecta a la fe. El consumo de contenidos comunicacionales ya no funciona en modo ordenado. Por ejemplo, el catecismo, que es una colección ordenada de contenidos religiosos, ya no es el vehículo apropiado para la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. Lo mismo dígase para el púlpito y las asambleas.

La lógica juvenil funciona más por la comunicación participativa, el condividir. Del transmitir se está pasando al compartir. Del rol pasivo al activo. Los jóvenes necesitan ser actores, no simples receptores. Les atrae el compromiso.

¿Por qué fascina tanto a los jóvenes el selfie? No es una simple moda. Con el selfie el joven se siente protagonista, está allí.

Comunicar como compartir. El receptor no queda neutro, pasivo. Se compromete con el mensaje. Se comunica a sí mismo.

Las imágenes piadosas no son ya tan evocadoras. Sí lo son los encuentros con personas reales. Sobre todo, si estos encuentros se dan en clima de fiesta.

Las redes sociales no son ya simples canales de información, sino posibilidad de tocar y ser tocados. Es el nuevo mundo de la interactividad. ¿Adiós a la interioridad? Talvez sea otro modo posible de vivir la espiritualidad.

Ya san Ignacio de Loyola proponía un método para acercarse al evangelio: contemplar. Imaginar la escena, introducirse entre los protagonistas, dialogar con ellos, interpelarlos, vivir su experiencia.

Todo esto afecta a la catequesis, que debe situarse en el momento histórico: ¿quién soy? ¿qué es para mí el evangelio? El catequista no ofrecerá respuestas con sabor a adoctrinamiento, propaganda. Suscitará preguntas, motivará experiencias de fe. Ayudará a discernir cómo encarnar el evangelio en una red de relaciones. Es el valor profundo del testimonio.

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