Jesús llora Jesús se acerca a Jerusalén y – probablemente desde un punto más alto que le permite verla  – la observa y llora, dirigiendo estas palabras a la ciudad: “¡Si hubieras comprendido también tú, en este día, lo que conduce a la paz! Pero ahora ha sido escondido a tus ojos”.


También hoy Jesús llora. Porque nosotros hemos preferido el camino de las guerras, el camino del odio, el camino de las enemistades. El mundo sigue haciendo la guerra, sigue haciendo las guerras. El mundo no ha comprendido el camino de la paz.

Matanzas inútiles. Hoy hay guerra por doquier, hay odio. ¿Qué queda de una guerra, de esta que estamos viviendo ahora? ¿Qué queda? Ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes: ¡tantos!, y tanto dinero en los bolsillos de los traficantes de armas.
Una vez Jesús dijo: “No es posible servir a dos patrones: o a Dios, o las riquezas”. La guerra es precisamente la elección por las riquezas: “Construyamos armas, así la economía se equilibra un poco, y vamos adelante con nuestro interés”.

Hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”. Porque él ha dicho: “¡Bienaventurados los constructores de paz!”. Quienes trabajan por la guerra, que hacen las guerras, son malditos, son delincuentes. Una guerra se puede justificar, entre comillas, con tantas, tantas razones. Pero cuando todo el mundo, como sucede hoy, está en guerra, ¡todo el mundo!, es una guerra mundial, a pedazos: aquí, allá, allá, por doquier. No hay justificación. Dios llora. Jesús llora.
Mientras los traficantes de armas hacen su trabajo, están los pobres agentes de paz que solo para ayudar a una persona, a otra, a otra, y a otra, dan su vida. Como hizo un icono de nuestros tiempos, Teresa de Calcuta. Contra la cual también, con el cinismo de los potentes, se podría decir: ¿Pero qué ha hecho esa mujer? ¿Ha perdido su vida ayudando a la gente a morir? No se comprende el camino de la paz...

Nos hará bien también a nosotros pedir la gracia del llanto por este mundo que no reconoce el camino de la paz. Que vive para hacer la guerra, con el cinismo de decir que no hay que hacerla. Pidamos la conversión del corazón. Que el mundo vuelva a encontrar la capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que hace con las guerras.

Abdulhameed Al Yousef

Dolor de un Padre

“Después de la explosión, salí a socorrer a mis vecinos y familiares. Volví al cabo de cuatro horas y mi hermano y mis dos pequeños estaban muertos”, cuenta Abdulhameed.

Abdulhameed Al Yousef perdió a 22 familiares en el supuesto ataque químico ocurrido en Khan Sheikhoun, Siria, el pasado 7 de abril.
Entre ellos se encontraban su mujer y sus dos gemelos de 10 meses, Ahmed y Aya.
BBC Mundo

 

 

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