Nino y dona1024px Estudios epidemiológicos evidencian que en poblaciones latinoamericanas el 45% de los hombres y el 39% de las mujeres presentan algún tipo de obesidad o sobrepeso.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO, en el 2016 el 22% de la población de América Latina y el Caribe tienen problemas de obesidad. Esta epidemia global cobra la vida de al menos 2.8 millones de adultos cada año.

Esto ha dejado de ser un tema de estética para ser un problema de salud individual y pública. La Organización Mundial de la Salud OMS advierte que, de no tomar un estilo saludable, en lo que catalogan la epidemia del siglo 21, cada persona tendrá un lugar entre los 2 mil 300 millones de adultos con sobrepeso que habrá en el planeta para el 2019.

Si no se pone freno a esta tendencia, el número de obesos latinoamericanos llegará al 30% de la población para el 2030, según datos del Banco Mundial.

Aunque Latinoamérica aún muestra tasas por debajo de países como Estados Unidos, el tema no debe dejarse de lado.

Todo comenzó en 1980 cuando el índice de obesidad comenzó a elevarse debido al consumo de comida rápida. Es una paradoja cómo en nuestro continente, a medida que se logra bajar la miseria en sectores pobres de la población, la obesidad aparece como un problema más grande que la desnutrición.

En el mundo hay al menos 42 millones de niños menores de cinco años con obesidad y sobrepeso.

Investigaciones indican que si se redujera aunque sea el uno por ciento del consumo de grasas trans y grasa saturadas (tipo de grasa vegetal que al ser sometida a procesos industriales de hidrogenación se transforma del estado líquido al sólido) bajaría en gran medida el número de infartos. Se puede identificar las grasas trans en alimentos procesados con apariencia esponjosa como pan, galletas y pasteles.

Las consecuencias

La obesidad es tratada ahora como una enfermedad crónica. Hay un mayor número de muertes tempranas, principalmente por enfermedades cardiovasculares, incluyendo la hipertensión, hipercolesterolemia, dislipidemia, diabetes mellitus tipo 2, apnea del sueño, ostoartritis, gota, enfermedad vesicular, cáncer, incremento del riesgo anestésico, anormalidades reproductivas y un gran número de alteraciones crónicas.

Según estudios de la Organización Panamericana de la Salud, el gasto en salud que resulta de la diabetes -la principal enfermedad relaciona con la obesidad- alcanza los 65 mil millones de dólares al año.

Este problema de salud solo beneficia a la industria de las dietas que ofrece resultados mágicos en poco tiempo para perder peso y no educan a la población en la adquisición de hábitos de alimentación para un estilo de vida saludable.

El mundo cambió

Según Barry Popkin, uno de los investigadores mas influyentes en este tema a nivel mundial, hay tres factores que afectan al mundo entero.

Hay una marcada reducción de la actividad física. Las persona ya no caminan, el automóvil y las escaleras eléctricas hacen todo el trabajo. La tecnología y la automatización han llegado al campo, la comunicación en las oficinas se hace vía mensaje de texto o teléfono.

En segundo lugar, la alimentación se ha modificado. En 1960 la proporción del gasto en comida empacada era del 15%, en el 2000 superaba el 60%. Ahora esa cifra es mucho mayor.

En tercer lugar, el consumo de agua y refrescos preparados en casa se ha pasado al consumo de refrescos envasados. Batidos y café con todo tipo de cremas y azúcares son muy populares y forman parte de la dieta cotidiana.

Gran parte de las investigaciones de Popkin han demostrado que el ser humano ha evolucionado con una biología para sobrevivir. Esa biología nos hizo gustar de las grasas, los dulces y el agua para que el organismo almacenara lo necesario para sobrevivir a partir de lo estacionalmente disponible como las carnes, frutas y bayas.

El hombre desarrolló tecnologías para los medios de producción y logró moverse menos y producir más comida. Ya no eran necesarias las reservas, y el cuerpo comenzó a convertir esos excesos de grasa en obesidad y enfermedades.

El sistema moderno de producción y la comercialización de los alimentos han logrado que las personas de bajos recursos asocien la comida chatarra con mejor alimentación y con un estrato social alto, por ello, en los estrato mas bajos es en donde mas se consume alimentos no saludables. Actualmente el sistema alimentario ha encontrado maneras de hacer comidas no saludables a muy bajo precio.

¿A quién le importa?

La OMS recomienda a los gobiernos restringir la publicidad de los alimentos con alto contenido de azúcar, sal y grasas peligrosas, pero la respuesta ha sido pobre.
Atacar el problema puede generar polémica. Nueva York, año 2012: Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York terminó en la corte por prohibir la venta de gaseosas y bebidas azucaradas de más de 16 onzas. En otros países han optado por castigos directos a los infractores. En Japón se multa a las empresas cuyos trabajadores exceden ciertas medidas corporales.

Según lo expertos, este problema de la obesidad no es una prioridad en las políticas públicas. Pero es claro que, para controlarla es necesario incluir al gobierno, al sector privado y a la comunidad.

Fuentes consultadas: OMS, FAO, cienciasalud.com, elhospital.com, periódico El Tiempo, periódico El País.

 

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