Cultivamos la esperanzas del joven Al Centro de Formación Profesional (CFP) Don Pedro Ricaldone en El Salvador llegan jóvenes entre 16 y 28 años. En su mayoría han abandonado la educación formal por situaciones familiares díficiles, problemas económicos o asedio de pandillas, como también por fracaso escolar. Buscan en este Centro una alternativa para aprender un oficio y trabajar.

La mayoría vive en zonas de conflicto, rodeados de drogas y grupos delictivos, sin una estructura familiar, sin afecto, marginados y rechazados de sus comunidades y familias. Entre ellos hay zapateros, vendedores del mercado, meseros y madres solteras.

En el CFP encuentran un sistema educativo acorde a sus necesidades, pero también una familia que escucha y se interesa por su historia y los orienta evaluando sus mejores opciones y principalmente ayudándolos a cumplir su sueño.

“Aquí los jóvenes nunca reciben un no, sino una solución a lo que ellos quieren. Cuando nos llegan casos que están fuera de nuestras capacidades, los remitimos a otros centros, por ejemplo en el caso de las adicciones. Nosotros podemos prevenir, pero no podemos dar rehabilitación. No podemos expulsar a un joven con este problema, para ellos contamos con una red de ayuda, no se le deja solo”, afirma Lorena Flores, coordinadora del CFP.

En el centro hay una estructura de familia, hay un papá una mamá, hermanos, oraciones, fiestas de cumpleaños, hay una casa. Siempre hay alguien que se ocupa de ellos, no solo de su estudio sino de su vida. Este amor de familia es lo que hace la diferencia. Aunque el 48% son evangélicos y el 2% dicen no tener ningún tipo de creencia, todos participan activamente en la eucaristía, rezan el padrenuestro y todos quieren cantar las alabanzas.

“Aquí son libres, no tenemos puertas cerradas por razón de religión. Don Bosco está presente como un hombre de bien que amaba a los jóvenes y quería que fueran al reino de Dios. Ellos aceptan esto con alegría”, sostiene Lorena.

En su pobreza son bondadosos con los compañeros. Cuando alguien tiene un problema, tratan de solucionarlo entre todos, y la iniciativa parte de ellos.

En este CFP también hay escuela para padres, porque este es un factor decisivo. Muchos de estos jóvenes no reciben el apoyo de sus padres por miedo o porque no creen en ellos. Los temas que se tratan deben ser básicos: malas compañías, cómo evitar las adicciones, buenas costumbres, etc.

“Estos jóvenes necesitan de todo. A veces faltan a una regla, pero es porque les falta una necesidad básica. Un joven que no tiene para comer no rinde en el día. En el centro siempre debe haber algo para darles. Se les dan los cuadernos, y los talleres están bien equipados. Aquí no se les da lo que sobra, sino lo que ellos merecen”, dice Lorena.

El centro los estimula en otros sectores como danza y música, pues se busca que los chicos adquieran un oficio digno, pero también que sean felices. Poror eso el tipo de docente es especial. “Debe tener vocación, no solo que sea buen educador, tiene que amar a los jóvenes. Están frente a jóvenes que trabajan de noche, con vidas difíciles. Eso exige que el docente sea creativo en la clase. Debe tener pasión por estos chicos en riesgo”, enfatizó la Lic. Flores.

Este CFP ha creado alianzas con diversas empresas para que, al finalizar los cursos, los jóvenes realicen prácticas para adquirir experiencia y también para quedarse en un empleo, se se da la oportunidad. Se les facilita ropa digna para sus primeras experiencias laborales.

Cuando un joven sale de este centro va fortalecido en cuanto a solidaridad y un alto sentido de justicia. Sabe que tiene derechos y deberes, está convencido de que el trabajo en equipo funciona si se piensa en el otro. Además lleva consigo el valor de la familia y la herramienta de la fe.

“Cultivamos las esperanzas del joven, ayudamos a construir sus sueños. Ellos no son un medio para generar utilidades, sino un medio para llegar a Dios”, sostiene Lorena.


Compartir