En cada uno de estos más pequeños está presente Cristo mismo. Obras de misericordia corporales:
dar de comer al hambriento,
dar de beber al sediento,
vestir al desnudo,
acoger al forastero,
asistir los enfermos,
visitar a los presos,
enterrar a los muertos.

Obras de misericordia espirituales:
dar consejo al que lo necesita,
enseñar al que no sabe,
corregir al que yerra,
consolar al triste,
perdonar las ofensas,
soportar con paciencia las personas molestas,
rogar a Dios por los vivos
y por los difuntos.


Seremos juzgados:
Si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento.
Si acogimos al extranjeroy vestimos al desnudo.
Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45).
Si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad.
Si fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza.
Si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido.
Si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de odio que conduce a la violencia.
Si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros.
Si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas.

En cada uno de estos “más pequeños” está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga ... para que nosotros los reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado.

No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: « En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor ».

Compartir