EDHNA--BEATIFICIACION-ROMERO56-SDARC-103523 En tiempos de difícil convivencia, monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el santo sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con aquel que dio la vida por sus ovejas.

 

Dios concedió al obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obra un ejercicio pleno de caridad cristiana.

La voz del nuevo beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos en torno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias, genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.

 

Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a la violencia de la espada, del odio, y vivir la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros. 

 

Él supo ver y experimentó en su propia carne el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Y, con corazón de padre, se preocupó de las mayorías pobres, pidiendo a los poderosos que convirtiesen las armas en hoces para el trabajo.

Que quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno. Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan.

 

Papa Francisco

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