TM3 La función más importante de los religiosos es ser profetas. Con la aclaración de que “profeta” no quiere decir “adivino”. El profeta manifiesta la presencia de Dios, su voluntad. A veces lo hace mediante mensajes. La mayoría de las veces, sin palabras, con la sola presencia.

 

En este sentido los religiosos existen como signos visibles de los valores cristianos. Son un testimonio viviente de esa dimensión sobrenatural, la que solo se alcanza por la fe. Vienen a ser como señales de lo divino. Como manifestaciones concretas del Evangelio vivido.

Su presencia alegre contagia la alegría de Dios. Porque la alegría es la belleza de la consagración de los religiosos. Esto explica la enorme importancia de la vida religiosa en la iglesia y en el mundo, porque la alegría es una exigencia fundamental de la vida humana. Todos necesitamos de la certeza de sentirnos amados y la confianza de ser salvados. De allí nace la alegría.

 

Los religiosos tienen como principal ocupación el escuchar constantemente la Palabra de Dios y empeñarse en incorporarla en su vida personal y comunitaria. La comunidad grande, la iglesia entera, se beneficia de esa transmisión viva de la riqueza evangélica.

 

Más que un cumplimiento de deberes morales o tareas sociales, a los religiosos se les pide que consuelen al mundo mediante el consuelo que ellos hallan en su contacto frecuente con Dios. Que transmitan al mundo la ternura de Dios. Que hagan visible el pensamiento de Dios acerca de cada ser humano: Tú eres importante para mí, te quiero, cuento contigo.

 

Los religiosos viven en constante éxodo espiritual, siempre atentos a donde el Espíritu los conduzca. Su actitud de fondo es el despojo de un proyecto propio para asumir el estilo de vida de Jesús. Su interés no radica en la propia realización, sino en la apertura a los demás. Es una vida descentrada. Sus polos de atracción son Dios y los hermanos.

 

El religioso, la religiosa no son promotores sociales empeñados en obras educativas, sanitarias, profesionales. Su primer servicio, el que justifica su existencia, es llevar la sonrisa de Dios y la fraternidad. Las otras actividades en que se empeñan deben estar impregnadas de esa sonrisa y esa mano divinas hacia la humanidad doliente.

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