1258179 34140996 ¿Quién no quiere vivir una vida plena, en excelentes relaciones con todos, llevando una vida activa a favor de los demás? 

Esta es una aspiración universal. En cambio, millones de personas ven negada esta posibilidad, porque hay quien la estorba o la impide.

 

Para que la familia humana sea tal es preciso que las relaciones interpersonales se lleven a cabo sobre una base indiscutible de virtudes sociales:  justicia, caridad, dignidad, libertad, autonomía.

 Cuando haya hombres que exploten a otros hombres, la relación humana sufre daños graves. Se trata de un crimen abominable.

 

Dios nos creó hermanos. Todos descendemos de padres comunes: Adán y Eva. Todos tenemos la misma identidad: imágenes de Dios. Nuestra tarea común es la construcción de la familia humana.

La triste historia de Caín asesinando a su hermano Abel y las consecuencias desastrosas que de ese delito siguieron, ha afectado gravemente el proyecto de Dios sobre el hombre. El pecado interrumpe la fraternidad y deforma la belleza del ser humano. 

 

Caín rechazó ser hermano, rechazó la comunión. Ahí comenzó la raíz de la esclavitud, que tiene mil caras: rechazo del otro, maltrato, desigualdad, violación de los derechos humanos.

 

En Jesús se nos ofrece la posibilidad de reconstruir la fraternidad herida por el pecado. Tenemos la posibilidad de llegar a ser hermanos en Jesús. La conversión es el paso imprescindible para poder estrechar al otro y llegar a amarlo de verdad. Es así como nace una nueva fraternidad, una comunidad de respeto y amor mutuos. “Ya no los llamo siervos, sino amigos”, dice Jesús.

 

A lo largo de la historia, desde su inicio, se ha dado el sometimiento del hombre por el hombre. Cuando alguien trata a otro como propiedad suya se da la esclavitud.
Aunque esta haya sido abolida formalmente en casi todos los países, hay esclavitudes ocultas, pero no por eso menos degradantes.

 

La virtud fundamental de la vida cristiana es el amor al prójimo. El amor a Dios existe cuando se da el amor al prójimo. Por tanto, la tarea de fondo que nos compromete será sanar las relaciones recíprocas. El pecado no afecta negativamente solo al pecador. Todo pecado es también un daño que hacemos a los demás.

Compartir