Presentacion Era previsible que el campeonato mundial de futbol celebrado en Brasil pusiera en sordina  otra noticia de mayor peso humanitario que impactaba al hemisferio norte de nuestro continente: la crisis humanitaria de los miles de niños que llegan a la frontera sur de Estados Unidos.

Aún así, la crisis humanitaria, como fue bautizado el terrible drama, continuó golpeando con insistencia a la opinión pública.

Las primeras noticias se generaron en la prensa norteamericana. El fenómeno de la riada de menores invadiendo el sur de los Estados Unidos tomó por sorpresa a las autoridades y rebalsó todos los recursos disponibles para atender a los pequeños migrantes.

Después la noticia rebotó en la prensa de los países del triángulo norte: Guatemala, El Salvador y Honduras. Esos tres países eran los generadores de ese flujo desbordado de pequeños “aventureros” expuestos a cualquier riesgo.

Lo extraño ha sido el enfoque de las autoridades de los tres países centroamericanos. Primero pusieron el grito en el cielo exigiendo a los Estados Unidos un trato humano hacia los pequeños migrantes. Luego, ante las presiones del gobierno del norte para que asumieran el problema, se contentaron con declaraciones tibias dirigidas a desalentar a los padres de familia para que no enviaran sus hijos al Norte.

Ninguna mención del origen del problema: la insoportable violencia que se vive en los barrios marginales donde los niños y jóvenes consideran menos riesgoso emigrar que quedarse en sus áreas inhabitables. Ninguna decisión política que proponga soluciones realistas para superar la angustia de la pobreza extrema y de la violencia incontenible.

El periódico digital La Página (11 de julio de 2014) formula estas estremecedoras preguntas: “¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos de los países expulsores en esta crisis? ¿Qué están haciendo para prevenir más víctimas? ¿Cómo es posible que los gobiernos dejen que ciudadanos de sus naciones estén atravesando semejantes situaciones y los gobernantes no se inmuten y aparentan no hacer nada ante tan dura realidad? Cualquier gobierno haría lo mínimo para tratar de repatriar a un ciudadano en peligro, ya no se diga más de 50,000 menores que están a la deriva en la frontera de dos países extranjeros.”

Las cifras que se manejan son para dejar helado a cualquiera: Se espera que el número de 52,000 menores que actualmente emigran crezca hasta 90,000 a finales del 2014 y de mantenerse la tendencia podría llegar hasta 130,000 el próximo año.

 

Heriberto Herrera

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