4 Hay una cierta resistencia generalizada a tomar en serio la santidad de un adolescente. Como si la santidad fuera asunto de adultos. Talvez nos conformaríamos con catalogar a los niños y adolescentes como buenos o muy buenos. Pero, ¿santos? Pareciera una piadosa exageración.

En tiempos de Don Bosco este prejuicio era más común, en cuanto que las figuras tradicionales de santidad estaban acaparadas por sacerdotes y monjas. San Luis Gonzaga era el modelo de la santidad juvenil: un religioso jesuita vestido de sotana negra.

La primera sorpresa la da Don Bosco. Estando en gira por su tierra natal, le presentan al niño Domingo Savio, que quiere estudiar en su Oratorio. Un intercambio rápido de frases y una pequeña prueba de inteligencia permiten a Don Bosco intuir que ese niño de doce años promete mucho. Escribirá en la biografía del futuro santo: Pronto advertí en aquel jovencito un corazón en todo conforme con el espíritu del Señor, y quedé muy maravillado al considerar cuánto le había ya enriquecido la divina gracia a pesar de su tierna edad. 

La evaluación fue fulminante: Me parece que la tela es buena. El ojo certero del pastor de jóvenes intuye que con ese muchachito se puede llegar lejos.

Seis meses después de su ingreso al Oratorio de Valdocco, Domingo Savio queda impactado profundamente por un sermón de Don Bosco: Es fácil ser santo; Dios lo quiere, es fácil conseguirlo y hay un gran premio en el cielo para quienes lo logren.

Esa propuesta le cambió la vida. Por varios días anduvo tan concentrado que parecía enfermo. Don Bosco, siempre atento, le pregunta si se siente mal. Al contrario, sufro un gran bienestar, - responde el muchacho-. Quiero absolutamente y tengo absoluta necesidad de ser santo.

Impresiona cómo Don Bosco cree en sus muchachos y les propone exigencias altas de vida cristiana. Les ofrece un estilo de santidad juvenil en contraste con el estereotipo en boga. 

A la insistencia de Domingo por una receta para ser santo, Don Bosco le propone una vía sencilla: constante y moderada alegría; perseverar en el cumplimiento de sus deberes de piedad y estudio y tomar parte en la recreación con sus compañeros.

 

A Domingo le costó asimilar este novedoso proyecto de santidad. En su mente persistía el tipo de santidad austera, medio masoquista de aquel tiempo. Busca, abierta o secretamente, practicar duras penitencias. Don Bosco se lo prohíbe una y otra vez. 

 

En adelante, todo fue coser y cantar. El ambiente del Oratorio era el adecuado caldo de cultivo para desarrollar la santidad: mucha alegría y fiesta, una propuesta exigente de estudio, un clima intenso de piedad juvenil. Era cuestión de dejarse llevar por el impulso del Espíritu. Y la guía discreta, paternal y constante de Don Bosco, que lo animaba a crecer hasta lo más alto.

En los tres años que Domingo Savio vivió en el Oratorio el progreso en santidad fue tan notorio que lo captaban todos: compañeros, profesores, y hasta la misma madre de Don Bosco, Margarita, que ayudaba en el Oratorio: - Tú tienes muchos jóvenes buenos, pero ninguno supera el buen corazón y la belleza del alma de Domingo Savio.

La santidad no es producto de un esfuerzo humano. Es Dios quien santifica. Queda la impresión de que, en Domingo Savio, Dios se dio el lujo de preparar el terreno desde su familia, rica en vida cristiana, más su párroco, que hizo excepciones a las reglas del tiempo para que ese niño extraordinario tuviera un acceso temprano a la primera comunión. Luego la Providencia lo condujo al ambiente ideal para el cultivo de una santidad al alcance de los jóvenes: el Oratorio. Allí tuvo a su lado al mejor maestro de espiritualidad juvenil, Don Bosco. 

No es de extrañar que en tales circunstancias Domingo Savio volara por el camino de la santidad: amor extraordinario a Jesús eucaristía y a María Inmaculada; piedad intensa hasta niveles de éxtasis; proyecto de vida serio, pues soñaba con ser sacerdote; servicio generoso a sus compañeros. Una vida rica en todas sus dimensiones.

 

La iglesia, que toma muy en serio el proceso de una canonización, certificó el extraordinario nivel de santidad de este joven de Don Bosco. Fue canonizado el año 1954.

 

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