llamados-a-la-sntidad-r-aguirre-3 ¿A qué están llamados los laicos que tienen como referencia a Don Bosco?

Encarnar el amor que Dios “ha vertido en nuestros corazones” (Rm 5,5) significa acoger esa caridad de Cristo que nos abruma y nos impulsa a ser levadura evangélica en nuestro ambiente de vida, dándonos a los demás generosa y desinteresadamente. En otras palabras esto equivale a dirigirse de forma decidida hacia la santidad.

En esta ardua tarea no escondemos nuestros límites, nuestras fragilidades, las dificultades, los fracasos, pero es el mismo Jesús, el Resucitado, que nos anima:  “Yo estoy con ustedes todos los días“ o, como decía a Pablo, “Te basta mi gracia”, tanto como para hacerle exclamar:“cuando soy débil, entonces soy fuerte”. También las dificultades tienen sentido si como Pablo asegura, en Cristo “la tribulación produce paciencia, la paciencia, prueba y la prueba, esperanza”.

Para cada uno de nosotros cada instante de la vida puede representar un punto de encuentro con Dios. Es la mística de la vida ordinaria vivida de manera extraordinaria siguiendo los pasos de Dios que se hace presente a nuestro lado. Estamos llamados a hacernos discípulos de María que vive con especial compenetración, tanto la contemplación como el servicio. Quien vive esta “gracia de unidad”, típica de la espiritualidad salesiana, está comenzando un camino seguro hacia la santidad.

Por otra parte, la tentación de pensar que los resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar se vence con la adhesión a las palabras de Jesús: “Quien permanece en mí y yo en él, da mucho fruto, porque sin mi no podéis hacer nada”. Confiándonos en esta unión con Jesús, como rey, sacerdote y profeta por el don del Bautismo, ofrezcámosle todas nuestras fatigas y nuestro compromiso. Es indudable que esto nos llama a tomar distancia respecto de la mentalidad de esta mundo, y es aquí donde se encuentra nuestra ascesis.

Compartir