MASNA-DIST-SDARC-111152 El chiquillo era una chispa de vida. Cada domingo llegaba al oratorio con una sonrisa maliciosa y alguna broma ingenua, como para sorprenderme. Su confianza en mí era evidente.

Un buen día rechazó mi saludo. Imaginé que algo le había oscurecido su buen humor. Los siguientes domingos fueron igual. Me rechazaba con evidente descaro.

Finalmente no volvió más. Eso me preocupó. Nadie me daba razón de él. No quería indagar directamente con sus compañeros, pues sospechaba que se habría metido en malos pasos.

Pedí a un colaborador que investigara discretamente sobre su paradero. Una semana después me contó que, al pedir información sobre él, un compañero de juego, desde lejos, como explicación gráfica, se pasó el filo de la mano por la garganta. 

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