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El primer viaje internacional del nuevo Papa estuvo lleno de sorpresas. Sobre todo sorprendieron la vitalidad, el aguante de Francisco, que en ningún momento ahorró sus fuerzas y, a pesar de las cansadas jornadas, nunca mostró cansancio.

Es más, se puede decir que justamente en el contacto con las personas, en el contacto con los jóvenes -que lo recibieron extraordinariamente-, Bergoglio demostró una energía fuera de lo común. No hubo problemas de seguridad, a pesar de las polémicas que desencadenó el Papa mismo con la decisión de no usar el “papamóvil” blindado. Además, sorprendió la decisión de Bergoglio de recorrer las vías de Río de Janeiro a bordo de una Fiat. El coche más pequeño y modesto de toda la flotilla papal.

El rasgo característico de la semana que pasó Francisco en Brasil fue la enorme cordialidad que se vivió en los encuentros, la disponibilidad para acercarse a todos, sin ningún problema, sin llevar un séquito papal de prelados y asistentes y con el menor número posible de guardaespaldas.

El viaje a Brasil fue decisivo por la fuerza de los mensajes. Más que por los discursos, el nuevo Papa apostó por los gestos y los signos. La visita a unaa favela fue el momento culminante, con Francisco feliz al encontrarse con los pobres de la favela, que hasta hace un año todavía era el escenario de feroces enfrentamientos entre traficantes y compradores de droga. A pesar de la lluvia y el lodo, Bergoglio estaba contentísimo abrazando a todos los que se le ponían delante. Durante la semana en Brasil, el Papa pronunció mensajes precisos para los políticos: invitó a seguir sin descanso la vía del diálogo y del encuentro, dijo que no era suficiente la “pacificación” porque ninguna sociedad podrá tener paz si permanecen las desigualdades sociales. Pidió a los políticos un verdadero compromiso para erradicar la pobreza.

A los que protestan en las calles para cambiar la situación, Francisco recordó que la violencia nunca podrá ser el camino correcto. Y que cualquier reforma verdadera  parte siempre del corazón del hombre. Dos discursos del Papa tuvieron el sabor de “textos programáticos”. Francisco habló a la Iglesia y pidió un profundo cambio de mentalidad y de enfoque. Hizo una crítica más puntual y sistemática en contra del clericalismo en la Iglesia, en contra de los pastores burócratas y funcionarios, en contra de la Iglesia que confía demasiado en las estructuras, en contra de los enfoques pastorales “disciplinarios”, que privilegian los principios, las conductas y los procedimientos organizativos, pero que “obviamente” no tienen ni cercanía, ni ternura ni caricias. Criticó las acciones pastorales que están planeadas de manera que no son cercanas y son incapaces de encontrar a los hombres y mujeres de hoy. 

Pero Francisco también denunció un enfoque que transforma a la Iglesia en una “Controladora”. Una “Iglesia-aduana” que controla la fe de las personas en lugar de favorecerla. El entusiasmo de los jóvenes y la urgencia del llamado a la misión quedarán impresos en los recuerdos de esta Jornada Mundial de la Juventud. 

 

 

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