TM4 Don Bosco consideró la alegría como un elemento fundamental en su sistema educativo. Son numerosas las citas del Santo que certifican el valor que le daba a la alegría como camino de una vida positiva y, aún más, de desarrollo de la santidad.

 

La alegría era un elemento siempre presente en los ambientes educativos animados por Don Bosco. En ellos se vivía un clima de fiesta. Todo podía ser celebración.

Por eso, los recreos tenían que ser animados, había espacio para el teatro, la música, el canto coral, el deporte, las excursiones.

Las mismas celebraciones religiosas dejaban de ser tediosas para convertirse en fiestas juveniles. La piedad, lejos de seguir los modelos serios y estirados de la época, se transformó en camino hacia el amor de Dios.

La misma persona de Don Bosco era fuente de alegría. Su presencia entre los muchachos era un imán que electrizaba positivamente a los jóvenes. Estos lo buscaban, lo rodeaban, le hacían fiesta. 

¿Qué magnetismo tenía Don Bosco 

para atraer a su Oratorio a muchachos que, por su condición de desamparo, eran más bien desconfiados de la autoridad, ya fuera civil o religiosa?

La alegría es saludable. Estimula las ganas de vivir. Expande el ánimo y tonifica toda la persona. Tiene una función terapéutica. Ayuda a afrontar los retos difíciles de la vida. Es así como se entiende la combinación aparentemente extraña que Don Bosco hacía entre alegría y cumplimiento del deber. Este no apagaba a aquella.

Quizás se entienda así mejor la frase de Domingo Savio a un compañero recién llegado al Oratorio: “Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.

Es una pena que en nuestro tiempo se tienda a confundir placer con alegría. El placer es bueno, contribuye a la alegría, la celebra. Pero puede llegar a ser dañino, desordenado y, por tanto, destructivo de la propia persona. Si no, que hablen los viciosos.

El panorama actual es un poco desalentador cuando vemos a grandes masas juveniles correr tras los excesos de la droga, el licor, el sexo o cualquier otra dependencia enervante. Hasta la misma música puede convertirse en alienante y deshumanizadora.

Por eso, sigue en pie la propuesta educativa salesiana de cultivar la alegría como un camino saludable para que los jóvenes crezcan desarrollando a plenitud sus energías vitales.

Educar a la alegría por medio de la alegría.  Las experiencias de alegría vivida son gérmenes de una alegría futura. Se estimula así el desarrollo de personalidades sanas, robustas, positivas.

Es urgente, entonces, crear ambientes educativos que desborden alegría. Que los jóvenes experimente la alegría de Dios. Es el mejor antídoto a todas las ofertas dañinas que acechan a los jóvenes. De este modo, se capacitarán para afrontar con lucidez las dificultades de la vida.

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