Cs5,46GestopaternodiDonBoscoq.N.Musio Jesús llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: “Les aseguro que si no cambian y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de Dios. Quien se haga pequeño como este niño es el más grande en el Reino de Dios. Y quien por amor a mí acoge a uno de estos, me acoge a mí” (Mt 18,1-5).

 

Es ante todo una elección: “Tú eres la parte más importante de mi jornada”. “Tú eres especial, y significas mucho para mí”.

Don Bosco está aquí dibujado por entero. Tiene los ojos y el corazón de Jesús.

Tenía una convicción respecto a la relación con los jóvenes. “Esta es la porción más delicada y preciosa de la sociedad humana, sobre la que se fundan las esperanzas de un futuro feliz”.

Impresiona cuando se ponen juntos lo que dice la Biblia sobre la actitud de Jesús en defensa de la vida de jóvenes y niños y lo que Don Bosco hizo.

La alegría de Jesús es grande cuando ve que los niños y pequeños entienden las cosas del Reino que él anunciaba a la gente: “Te doy gracias, Padre” (Mt 11,25-26). Jesús reconoce que los pequeños entienden más que los doctores sobre las cosas del Reino. Don Bosco escribe la vida de tres muchachos, de los cuales lo menos que se puede decir es que son auténticos místicos. 

Es el único que comprende que puede existir una mística para los pequeños. Nosotros casi nos avergonzamos de eso.

Cuando Jesús, al entrar en el Templo, tira por tierra las mesas de los cambistas, son los niños los que gritan: “Hosanna al Hijo de David” (Mt 21,15). Fueron fuertemente criticados por los jefes, sacerdotes y escribas. Jesús los defiende: “Les aseguro que, si ellos callaran, gritarían las piedras” (Lc 19,40). Y Don Bosco: “Hay que darles amplia libertad de saltar, correr, gritar a su gusto…”.

 

Una de las palabras más duras de Jesús es contra los que son causa de escándalo para los pequeños, es decir, dar motivo para que los pequeños no crean en Dios. Por esto, sería mejor para ellos atarles una piedra de molino y arrojarlos al mar (Lc 17,1-2; Mt 18,5-7). Don Bosco dirá de quien hacía mal a sus muchachos: “Si no fuera pecado, lo despedazaría con mis manos”.

Jesús pide a sus discípulos que se hagan como niños y que acepten el Reino como niños. Sin esto no es posible entrar en el Reino (Lc 9, 46-48). Indica que los niños son profesores de los adultos. Esto no era normal. Estamos habituados a lo contrario. “El maestro visto solo en la cátedra es maestro y nada más; pero, si va al recreo con los jóvenes, se convierte en hermano. Si alguien es visto predicando solo en el púlpito, se dirá que hace su deber; pero si dice una palabra en el recreo, es la palabra de uno que ama”, dice Don Bosco.

 

Madres con hijos que alcanzan a Jesús para pedirle su bendición. Los apóstoles reaccionan y las alejan. Jesús corrige a los adultos y acoge a las madres con los niños. Toca a los niños y los abraza. Son muchos los niños y jóvenes que él acoge, cura y resucita: la hija de Jairo, de doce años; la hija de la mujer cananea, el hijo de la viuda de Naín, el niño epiléptico, el hijo del centurión, el hijo del funcionario público, el muchacho con cinco panes y dos peces. No es ni siquiera necesario leer las Memorias Biográficas para darse cuenta que Don Bosco actúa con el mismo estilo.

 

Jesús abraza a los pequeños y se identifica con ellos. Quien acoge a uno de estos, a mí me acoge (Mc 9,37). “Todo lo que hagan a uno solo de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacen” (Mt 25,40). “Tratemos a los jóvenes como si el mismo Jesús niño habitara en este colegio” (MB XIV, 847), afirmaba Don Bosco.

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