presentacion Es lugar común oír hablar ahora del fenómeno del oscurecimiento de la fe, sobre todo en el mundo occidental. Esa voz de alarma que corre deja suponer que la iglesia (o las iglesias) está en su ocaso.

Talvez se trate de anuncios precipitados. Sin duda que el mundo está cambiando a una velocidad creciente. Esa profunda revolución cultural está barriendo con formas de vida a las que nos habíamos acostumbrado, incluidas las formas en que expresábamos nuestra fe.

Otras formas culturales de vivir florecen incontenibles. Algunos se escandalizan, otros se desconciertan, los más jóvenes las abrazan alegremente, a veces con poco sentido crítico.

La iglesia tiende a ser más conservadora que impetuosa. Es el peso de los siglos. Quienes se han instalado en la revolución cultural moderna miran a la iglesia como un museo de curiosas formas arcaicas, desconectadas de la vida.

Es la gigantesca tarea que debe afrontar la iglesia. Separar el oro del oropel. Redescubrir la belleza simple del Evangelio. Acompañar hacia Cristo a quien lo busca a tientas. Cultivar la fe de la comunidad con los alimentos básicos: sacramentos, liturgia y caridad.

Es la perla escondida de la parábola de Jesús. A lo mejor todavía muy escondida en tanto fárrago de expresiones religiosas sin mordiente.
La gran tarea misionera hoy será ayudar a los hambrientos y sedientos de vida a encontrar la Vida. Que las palabras religiosas se conviertan en Palabra. Que el Evangelio sea eso: buena noticia. Noticia: anuncio inesperado y atractivo de la oferta jamás imaginada, que es Cristo.

Más Evangelio que moral. Más alegría que ritualismos. Más pasión que normas aprisionadoras.

Presentar la frescura de la fe, este será el camino misionero que hay que emprender para que el hombre moderno llegue a Cristo.

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