Un conocimiento de Don Bosco que viva de la continua tensión entre nuestro preguntarnos sobre el presente y la búsqueda de respuestas que vienen del pasado. No basta con que la grandeza de Don Bosco esté presente en la conciencia de cada uno de nosotros. Condición indispensable es conocerlo bien, más allá del simpatiquísimo anecdotario que rodea a nuestro querido padre y de la misma literatura edificante, sobre la que generaciones enteras se han formado. 

 

No se trata de ir a buscar recetas fáciles para afrontar como Familia la “crisis” actual de la Iglesia y de la Sociedad, sino de conocerlo profundamente, de modo que pueda ser “actualizado” en el amanecer de este tercer milenio, en el clima cultural en que vivimos, en los diferentes países en los que trabajamos. 

 

Se necesita un conocimiento de Don Bosco que viva de la continua tensión entre nuestro preguntarnos sobre el presente y la búsqueda de respuestas que vienen del pasado; sólo así podremos inculturar todavía hoy el carisma salesiano.

 

Se debe prestar atención al hecho de que en los momentos de “giros de la historia” un Movimiento carismático puede crecer y desarrollarse sólo a condición de que el carisma fundacional sea “reinterpretado vitalmente” y no se convierta en un “fósil precioso”. 

 

Los fundadores han tenido la experiencia del Espíritu Santo en un preciso contexto histórico; por eso es necesario determinar los elementos de contingencia de su experiencia, por cuanto la respuesta a una situación histórica absolutamente determinada tiene valor mientras dura esa contingencia. 

 

En otras palabras: los “interrogantes” de la comunidad eclesial de hoy y los del contexto actual socio cultural no pueden considerarse como algo “extraño” a nuestra búsqueda histórica; ésta debe determinar lo que es transitorio y lo que es permanente en el carisma, lo que debe dejarse y lo que debe tomarse, lo que está lejos de nuestro contexto y lo que le es afín.

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