Año 1926. El Padre Inspector me despachó a Nicaragua para abrir la casa de Masaya. Todo el personal: el clérigo J. Ángel Torres y el Hermano Antonio Portillo.

El señor arzobispo y el párroco de Masaya entregaron a los salesianos la hermosa Iglesia de San Sebastián casi terminada, con la condición de que, si la abandonaban por cualquier motivo durante diez años, perderían todo derecho.


Con lo que podíamos ahorrar de la pensión del gobierno teníamos que comprar terrenos y casas al lado de la iglesia para edificar el colegio. En esto trabajaban con todo empeño don Augusto y su hermano abogado, que nos hacían gratis todas las escrituras .

Con nuestros ahorros seguimos comprando casitas y terrenitos cerca de la iglesia. El Municipio pidió una plazuela en donde daban juegos de toros, y don Augusto hasta peleaba con gente que pedía muy caro o no quería vender.

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