Alumnos de la antigua Escuela anexa del Colegio Salesiano La Nicaragua de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX era una nación afectada por rivalidades y conflictos fratricidas entre dos grandes fuerzas opuestas: liberales y conservadores. La nación se desangraba por estas continuas peleas.

En ese marco se pone en marcha la reforma liberal (gobierno de José Santos Zelaya, 1890-1913), la cual limitaba notablemente la marcha de la vida de la comunidad cristiana (confiscación de bienes eclesiásticos, supresión de órdenes y congregaciones religiosas, expulsión de sacerdotes y obispos, ataque sistemático contra la iglesia, entre otros), aunque con espléndidos beneficios en el campo de la infraestructura, la educación, la salud, la economía, la industria y el comercio.

Dentro de ese mar efervescente, un grupo valiente de hombres y mujeres unieron sus esfuerzos para lograr la presencia de los hijos e hijas de Don Bosco en la Tierra de lagos y volcanes.


La vida y fama de Don Bosco era conocida en Nicaragua, gracias a la labor incansable de un núcleo entusiasta y comprometido de simpatizantes de su obra y de su estilo educativo.

La historia de la llegada de los Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora es apasionante. Cuando se lee los relatos del viaje de don Piperni, salesiano italiano, quien en el año 1896, emprende un tortuoso y sacrificado viaje para ponerse en contacto con estos geniales hombres y mujeres, enamorados de la obra salesiana, se percibe el inmenso amor hacia María Auxiliadora y al sistema educativo de Don Bosco que profesaban los nicaragüenses, aún sin tener entre ellos a los religiosos y religiosas del santo de los jóvenes.

Cuando los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora llegaron a la ciudad de Granada en 1912, encontraron un ambiente, unos jóvenes y un gran conjunto de benefactores bien dispuestos a poner en práctica el Sistema Preventivo.

La gran sultana, la ciudad colonial de Granada, se convirtió en un campo fecundo y propicio para la obra salesiana en Nicaragua.

El padre José Misieri y la madre Julia Gilardi se convirtieron en los pioneros  de la inserción del espíritu y del carisma de Don Bosco en Nicaragua.

Don Bosco y Madre Mazzarello se hicieron nicaragüenses de corazón, aprendieron a tomar cacao y pinolillo, a degustar los sabrosos quesillos, se acostumbraron a la yuca con chicharrón y a los nacatamales. Y se enamoraron de un pueblo abnegado, sacrificado y sufrido, que ama profundamente a la Preciosísima Sangre de Cristo, a la Purísima, a Nuestra Señora del Viejo, y que venera a Santo Domingo y a San Jerónimo.

Además, el pueblo nicaragüense aprendió a invocar con amor y devoción a María Auxiliadora, a San Juan Bosco, a Santa María Mazzarello, a Santo Domingo Savio, a la beata Laura Vicuña y a los santos y beatos de la Familia Salesiana.

Desde los inicios de la obra salesiana, los frutos de vida espiritual han sido significativos tanto en Granada como en Masaya y Managua.

Destaca como el fruto más precioso la santidad salesiana de la beata sor María Romero Meneses, Hija de María Auxiliadora, único miembro glorificado de la Familia Salesiana en Centroamérica.

La historia de la Iglesia Católica en Nicaragua está vinculada íntimamente a la historia de la presencia salesiana en esta nación, puesto que dos hermanos nuestros han servido como pastores en esta comunidad cristiana: el cardenal Miguel Obando, arzobispo emérito de Managua, y monseñor Abelardo Mata, obispo de Estelí.

Los Salesianos, Hijas de María Auxiliadora y los grupos de la Familia Salesiana seguimos sirviendo a los preadolescentes, adolescentes y jóvenes, ellos y ellas, en el siglo de la ciencia, la tecnología y la informática, el siglo XXI.

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