Crecer como pueblo itinerario trabajoso Describir la situación local dominante en 1935 en Alta Verapaz es tarea arriesgada, pues hay que proyectar hacia atrás las condiciones vistas en los años 60.

Con trazos gruesos se puede visualizar la realidad local de entonces como una zona casi aislada, con escasa población, de mayoría indígena de la etnia qeqchí. El área rural estaba organizada en extensas fincas heredadas de los alemanes, que habían colonizado la zona desde finales del siglo XIX hasta la segunda guerra mundial.

La población indígena vivía dispersa en pequeñas comunidades autónomas o como peones de fincas. Estas se manejaban al estilo feudal: el patrón era la autoridad arbitraria en su propiedad. La población vivía en un nivel de subsistencia, casi totalmente analfabeta, explotada aún por las autoridades municipales. Desnutrición y enfermedades comunes eran las características dominantes. Los servicios públicos de salud y educación eran prácticamente inexistentes. La afición al licor hacía estragos en toda la población.


Los caminos rurales eran escasos y de difícil tránsito. A la mayoría de las aldeas se llegaba por senderos maltrechos. Las viviendas eran rudimentarias y expuestas a las inclemencias de un clima lluvioso y frío.

El aspecto más preocupante era – y sigue siendo en buena medida – el desprecio hacia el indígena. Un racismo abierto o larvado que ofendía la dignidad humana y marginaba a la gran mayoría de la población, cerrándole los espacios de sus derechos civiles.

Esta condición inhumana ha ido evolucionando poco a poco. Se han ido multiplicando los caminos y carreteras, lo que está permitiendo una mayor movilidad de personas y bienes. Más y mejores escuelas amplían el acceso de la gente joven a la educación. Una red eléctrica que cubre parte de las comunidades. Agua entubada que todavía dista bastante de llegar a todos los poblados. La telefonía celular masiva ha incrementado la intercomunicación.

En un proceso lento, no siempre fácil, la población indígena ha ido adquiriendo conciencia de su propia dignidad, haciendo valer sus derechos y conquistando un protagonismo merecido. Este proceso está lejos todavía de llegar a un nivel justo.

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