Alumnos del Colegio Santa Cecilia orgullosos de su obra de arte. A las 10.00 am llegó la urna de Don Bosco a Santa Ana, ciudad populosa a 60 km al occidente del país, donde los salesianos tienen dos obras educativas y las salesianas, una.

Don Bosco recorrió triunfalmente dos kilómetros antes de llegar al Colegio Salesiano San José. Lo acompañaba una multitud de jóvenes. Otros más lo esperaban en el gimnasio del colegio. Varias bandas musicales enardecían los espíritus. La variedad de uniformes escolares indicaban las diversas obras educativas que habían enviado a sus delegaciones de alumnos y alumnas.

Era tal el apretujamiento y la emoción de tener a Don Bosco tan cercano que a duras penas se logró empezar la celebración eucarística. Esta fue presidida por mons. Elías Bolaños acompañado por sacerdotes salesianos y diocesanos.



Una segunda misa presidida por el inspector P. Luis Corral cerró la breve pero intensa visita de Don Bosco a esta ciudad con larga historia salesiana. A las 4.00 pm la urna retomaba el camino de regreso para ser recibida en el Colegio Santa Cecilia, en Santa Tecla.

Esta apacible ciudad de clima fresco y rodeada de verdes colinas tiene el privilegio de haber recibido a los salesianos hace 111 años. De aquí salieron pequeños grupos de salesianos a fundar nuevas obras, tanto en el país como en otros países del istmo centroamericano.

La urna llegó puntual a las 5.00 pm. Dos cuadras antes de llegar al Colegio Santa Cecilia, fue recibido Don Bosco por una densa concentración de jóvenes estudiantes salesianos. En Santa Tecla se encuentra un colegio salesiano y dos colegios de las Hijas de María Auxiliadora.

Al ruido ensordecedor de las vuvuzelas, Don Bosco hizo su entrada triunfal en el espacioso patio del colegio Santa Cecilia. Los alumnos y maestros habían elaborado alfombras artísticas a lo largo de los interminables corredores por los que debía pasar la urna.

Guardia de honor para el padre de los jóvenes. El alcalde municipal Oscar Ortiz declaró a Don Bosco visitante distinguido, concediéndole un elegante diploma.

Con mucho acierto se facilitó a la muchedumbre de fieles de Don Bosco la posibilidad de pasar tranquilamente junto a la urna y poder rezarle sin prisas. La interminable fila de devotos avanzaba serenamente. El colegio estuvo abierto hasta el amanecer, pues los devotos no cesaron de rendir su homenaje personal al querido Santo.

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