p1Dice la Palabra de Dios que la vida del hombre puede llegar a los setenta años y, si es robusto, hasta los ochenta. En cuanto a mí, casi contemporáneamente he logrado dos marcas: los ochenta de edad y los cincuenta de sacerdocio. Debo reconocer que ni yo sé cómo lo he logrado. No he sido un roble macizo. Más bien, me comparo a una palmera que ha sorteado huracanes y tornados desde muchacho: enfermedades y operaciones tantas que perdí la cuenta.Aquí estoy contando el cuento hasta que Dios diga.

 

Huérfano de madre a los seis años. La bondad de Dios me llamó a los trece años al seminario menor de San José, Costa Rica. Me encantó tanto esa vida de estudio, oración y futbol que ya a los quince pude volar a El Salvador para continuar mis estudios en la colina de Ayagualo; era el 1948. Allí transcurrí varios años en un ambiente de austeridad y pobreza, pero agradable para quien tiene un ideal por delante.

fiandriMons. Mario Fiandri es el Vicario apostólico de El Petén, Guatemala. Sus feligreses se encuentran diseminados en un territorio un poco mayor que El Salvador. Tierra calurosa, con impresionantes reliquias de la antigua civilización maya. Sus llanuras se prestan para cultivos masivos de terratenientes poderosos en contraste con un alto porcentaje de la población en el nivel de pobreza. Territorio de narcotráfico y su consiguiente violencia.

En ese complicado mundo mons. Mario Fiandri ejerce su misión episcopal desde hace cinco años. En efecto, fue consagrado obispo el año 2009.

Anteriormente se desempeñaba como profesor de Sagrada Escritura en el Instituto Teológico de Guatemala, oficio que ejerció desde 1994 hasta su nombramiento como Vicario apostólico. Combinó el servicio de docencia con otros cargos como director de la comunidad salesiana o párroco.

Hizo sus estudios bíblicos por tres años en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. 

Mons. Mario Fiandri llegó a Guatemala en 1975. Después de un año de servicio en el Filosofado Salesiano, fue enviado al Centro Juvenil Don Bosco, de Managua Nicaragua, donde permaneció ocho difíciles años, dada la convulsión política que se vivía en ese país.

perfil-3Al cumplir cincuenta años de profesión religiosa tengo un motivo especial para expresar mi más hondo agradecimiento al Señor y a la Congregación Salesiana por todo el bien que he recibido a lo largo de estos años. 

No puedo imaginarme más feliz de lo que estoy, de lo que he estado, como salesiano y como sacerdote. Por medio de mi vocación salesiana he tenido el privilegio de participar intensamente en la misión de Jesús. Dios me ha llenado de gozo, de alegría, de grandes satisfacciones. Esta felicidad, estas bendiciones las he recibido a través de mi vocación salesiana. 

Mi vida en la Congregación Salesiana me ha llevado al conocimiento y la vivencia del evangelio resumido en las bienaventuranzas, donde Jesús nos promete felicidad al vivir y cumplir grandes retos de servicio, de entrega y de amor al prójimo. El fruto, la recompensa de practicar estos principios y valores, es la verdadera felicidad.

miguelgiorgioCuántas maravillas y prodigios has hecho por mí, Señor. (salmo 40)

El 5 de agosto de 1943, día de mi bautizo, el párroco preguntó a mi madrina: - ¿Cómo se llama este niño? - Miguel Donato Antonio, respondió Antonietta. Debido a las costumbres del pueblo, mis dos primeros años de vida me los pasé vestido de san Antonio.

Nací en un pueblecito del sur de Italia, en una familia normal de clase campesina. Se puede decir que hasta los trece años fui un pastorcito.

oscarblancoEl 6 de marzo de 1958 fui invitado, con mis compañeros de escuela, a celebrar la fiesta de santo Domingo Savio. Se celebró  en una pequeña capilla dedicada a San Juan Bosco, en Palmitos de Naranjo, Costa Rica. El Padre Bernardino Molina nos presentó la figura del pequeño santo canonizado por Pio XII en 1954 y nos invitó a escuchar un programa de radio llamado “Don Bosco sonríe”. Fue en ese programa donde empecé a conocer a Don Bosco, su obra y amor por los jóvenes. 

 

Formo parte de una numerosa familia. Me he sentido siempre acompañado por ellos en el camino hacia la vida religiosa y sacerdotal. Don Bosco decía: “El mejor regalo que Dios puede hacer a una familia es un hijo sacerdote”. Agradezco a Dios el don de mi vocación salesiana y el llamado a la vida sacerdotal. 

PR1Con la certeza de lo acuñado por don Bosco, en cuanto a que el mejor regalo que Dios puede hacer a una familia es un hijo sacerdote, hace cinco décadas don Salvador Estrada y doña Lina Lemus asistieron a la ordenación de su hijo Hugo, quien entregó su vida al Señor en el seno de la Congregación Salesiana. 

Hugo Estrada Lemus es el sacerdote guatemalteco  que ha hecho más uso de los medios de comunicación social para evangelizar. Sus mensajes vigentes y penetrantes cada día  incrementan el número de lectores de su colección religioso-literaria.

En el más de medio centenar de obras publicadas, el padre Hugo comparte su dominio sobre los géneros literarios  y su aplicación a los géneros periodísticos, tanto en los de  tipo informativo, cuando nos deleita con sus reportajes, donde analiza caracteres y reproduce ambientes presentándolos de forma amena y atractiva; como cuando aborda géneros híbridos, en donde valora e interpreta los hechos actuales o actualizados, narrando y juzgando lo narrado de manera simultanea.

PR2Lo conocí en enero de 1953. Yo entraba, jovencito, a estudiar Filosofía; él cursaba el último año de Teología. Descollaba entre los demás, porque medía casi dos metros, cosa poco común en aquellos años.

Había nacido en el corazón de Turín, la ciudad de Don Bosco. Había estudiado la secundaria en Ivrea, donde aún estaba fresco el recuerdo de Don Felipe Rinaldi, tercer sucesor de Don Bosco, y donde se respiraba un intenso clima misionero. No es pues de extrañar que Antonio Gariglio, ya joven salesiano, pidiera a sus superiores ir a las “misiones”. Le tocó en suerte ser enviado a Centroamérica. Teníamos entonces nuestra Casa de formación en San Salvador en el célebre “Instituto Internacional Don Rua”. Asistí yo a su ordenación sacerdotal en noviembre de 1953, hace exactamente 60 años.

El P. Antonio Gariglio vivió sus primicias sacerdotales, durante cuatro años, en el viejo “Técnico Don Bosco” en Costa Rica, y otros dos años en Ayagualo (El Salvador) con los jóvenes aspirantes. En 1960 volvió al “Don Rua” como “catequista” y profesor de los estudiantes salesianos de Filosofía; les enseñaba Matemáticas y Física. Y, prácticamente, nunca más se separó de ellos. El P. Gariglio formó parte del pequeño equipo fundador del nuevo “Filosofado Salesiano” en Guatemala.