PedroChico Peinando muchas canas a mis casi 70 años, sigo recordando aquel gran día en que un superior salesiano me dijo:  Alista tus cosas, que los salesianos te esperan en Astudillo. Mi hermano Felix, que iniciaba el noviciado en Astudillo, me animaba a coincidir los dos allí.

Con la salida del seno de mi familia empezaba a recorrer la gran aventura de mi vida por caminos nuevos: Astudillo, Cambados, Urnieta, La Almunia. Tiempos de formación con dedicación, esfuerzo, trabajo en un ambiente  humano, familiar, alegre por la cercanía de  los salesianos, que nos hacían vivir el protagonismo en las pequeñas cosas.

Terminados los años de estudio, empecé el tiempo de formación en el trabajo dando clases en Centros de Formación Profesional: León, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Honduras y ahora Costa Rica. Ha sido otra etapa distinta por la vida activa y enriquecedora en diversas comunidades, el contacto directo con los jóvenes, los grupos juveniles, los oratorios, la rica variedad de culturas. Etapas que han moldeado y madurado mi vocación y me han hecho  sentir más fuerte mi pertenencia a la Iglesia y a la Congregación. Fui así profundizando el  sentido e identidad de mi vocación de religioso laico que el Señor me había regalado.

Lo de ser salesiano lo he tenido claro desde los inicios al conocer a salesianos que me cautivaron por su vida alegre, entusiasta, sacrificada y sencilla. 

Por  qué religioso laico, coadjutor. Esto me tocó madurar con calma en el aspirantado de Cambados, donde conocí salesianos sacerdotes y coadjutores excelentes. Pero no me simpatizaba tanto la figura del sacerdote. Me cautivaba más la figura del coadjutor por su mayor cercanía: siempre con nosotros, Su testimonio, que me caló hondo, y mi apego a María Auxiliadora  fueron determinantes para mi elección: recia vocación de religioso laico de la que nunca he dudado y que me hace feliz.

Salesianos misioneros llegaban al Aspirantado y narraban con entusiasmo sus experiencias, vivencias, retos, trabajos y aventuras en tierras de misión. Recuerdo a Jeronimo de Andrés quien, con su charla, me cautivó tanto que prendió en mí rápidamente una llama. Fui al templo y ante el sagrario y Maria Auxiliadora confesé: Si llego a ser salesiano, me voy a misiones. Quería irme al terminar el noviciado, pero me aconsejaron que primero me preparara. Así lo hice y, a los 25 años, se cumplió mi deseo.

Tres años en Bolivia, quince en Nicaragua, dos en El Salvador, dieciséis en Honduras y ahora nueve en Costa Rica. Siempre en los Centros de Formación Profesional.

Voy a cumplir cincuenta años de profesión religiosa y cuarenta y cinco en misiones. Puedo decir con satisfacción y orgullo que valió la pena y seguirá valiendo la pena, porque me siento realizado y feliz. El Señor me ha llevado de la mano.

Si volviera a empezar, tomaría el mismo camino. Esta vocación, creación genial de Don Bosco, la siento concreta, completa, original y significativa. Me permite vivir mi consagración en el mundo del trabajo en medio de cientos de jóvenes y obreros que el Señor, a través de Don Bosco, pone en mi camino. Cada día trato de colaborar en la construcción del Reino del Creador ayudándolos a ser “buenos cristianos y honrados ciudadanos” siguiendo la pedagogía y espiritualidad de Don Bosco.

Pedro Chico nació en 1950 en Vallecillo, un pueblecito de León, España. Es salesiano laico coadjutor.

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