Testimonio en San Benito. Petén. Me llamo Chiara tengo 23 años soy Italiana.  Deseo contar lo que han sido para mí estos dos meses  en San Benito Peten.  Tengo mucha alegría en el corazón, y un poco de tristeza porque llegue a la conclusión de mi experiencia, que deseo compartir con la esperanza de poder encender una chispa que pueda empujar a alguien a querer experimentar un poco de esta vida para los demás, seguramente un poco dura e incómoda pero ¡bellísima!

Seguramente la primera impresión llegando a San Benito no fue de las mejores, cuando te encuentras delante de un aglomerado de casas de cementos y láminas, siempre constantemente calentadas por los 40 grados peteneros, pero como llegué el lunes de la semana santa no pude quedarme mucho en estos particulares, porqué junto a otros dos jóvenes nos enviaron a una aldea cercana a San Benito, Cobanerita, donde todavía es muy fuerte la cultura quecchí, indígena, para ayudar en la celebraciones y actividad de la semana santa.

A pesar de las diferencias culturales no fue difícil entrar en la vida y costumbres de la gente de la aldea, nos acogieron con espontaneidad y gentileza.  Después de la semana santa había que ponerse en la realidad de San Benito, bien distinta de la de la aldea, pero también aquí no fue difícil encontrar como ocupar el tiempo, porqué si tienes un poco de elasticidad y ganas de hacer. Actividades hay para todos.

Así me encontré en haciendo cosas que nunca había hecho, como ayudar en la clínica parroquial, y aunque el sanitario no sea mi área, despachando fármacos acogiendo pacientes aprendí mucho.

Hice cosa que me costaban hacer y me dolía ver, yendo al hospital público de San Benito. Despachábamos atol y un pan para la gente que se encontraba internada y a sus familiares que los cuidaban, por días, semanas algunos abandonados, y que viniendo desde lejos no podían comprar comida. Me dolía mucho ver enfermos durmiendo en el pasillo, en sábanas en malas condiciones, algunos acompañados de un ser querido que dormía a su lado en el piso sobre un pedazo de cartón. Más duro aún ir a pediatría a ver algunos niños abandonados, niños desnutridos, porque aquí sufren todavía hambre, y yo que de comida siempre he tenido en abundancia como podía imaginar que en otra parte del mundo hay niños que en el 2016 pueden morir de hambre.

Pero hace bien abrir los ojos y también seamos conscientes que con un pan no se puede solucionar los problemas de ellos, sabíamos que todos los martes y sábados nos esperaban por aquel pequeño consuelo. Por último poder estar con los jóvenes ha sido un gran regalo, el oratorio, y los miles de grupos que hay para jóvenes de todas la edades, pienso que sea la obra más importante de San Benito porque en un lugar como este los caminos en los cuales puedan tropezar tienen un precio muy alto que pagar, pandillas de jóvenes que asaltan y matan a sangre fría, pequeños alcohólicos  y violencia sexual son solo algunas de las opciones que pueden escoger los chicos de acá, por eso pienso que la obra salesiana para los jóvenes aquí es de vital importancia, porque como en todo el mundo también acá los jóvenes son un tesoro y una perla preciosa que yo he tenido la alegría de descubrir estando con ellos estos dos meses, compartiendo y trabajando en las distintas actividades que llenaron mis días, espectáculos, reuniones, retiros y torneos.

Estos muchachos como también las personas de aquí me han abierto sus corazones y sus casas y para mí ha sido fácil quererles, porque si hay una cosa que nunca falta en San Benito es el calor, pero sobre todo el ¡calor humano! Y puede ser que por esto a pesar de los muchos problemas, que hay en este municipio, aquí dejas un pedacito de corazón y quedan las ganas de regresar.

Pensaba mucho en  venir a ayudar pero como siempre, descubro, que me voy con mucho más de lo que yo he dado, la generosidad de esta gente me ha sorprendido y debo agradecer a los padres con quienes he vivido y que me han acogido, indicado y soportado con paciencia, pero sobre todo tengo que agradecer al Señor por haberme dado el don de poner a San Benito, Petén, en mi camino.

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