conociendo Don Bosco ha cambiado también la didáctica religiosa: no solo conferencias y lecciones, sino diálogos y narraciones; es decir, la representación de la realidad antes que su transmisión mediante conceptos.


“Provisto de una cultura teológica, moral, histórica, hagiográfica y catequística de nivel medio, Don Bosco no se arriesga a construir definiciones, esquemas y sistemas teóricos, sino que prefiere la historia y la narración.

Por eso inventa y escribe con facilidad narraciones biográficas y noveladas, compone y representa diálogos y dramas; y en lo tocante a la comunicación moral, religiosa y catequística, le parecen insuficientes las habituales formas didácticas que se limitan a comunicar nociones o doctrinas...

De ahí su inclinación a abandonarse libremente a la fantasía, a la imaginación creadora y el amplio uso de alegorías, parábolas, comparaciones, sueños y visiones. En este terreno se movía con mucha soltura y no poca fantasía, también porque estaba dotado de habilidades no comunes: prestidigitador, soñador, sensible a lo misterioso; y hasta se cree, por un don gratuito de Dios, un iluminado, seguro de una ayuda especial de lo alto”.

Cuenta sus sueños a los muchachos, no para maravillarlos, sino para educarlos; son un instrumento pedagógico, aunque sea el primero en invitarles a no darles demasiada importancia. Como indica Lemoyne: “Al exponer a los jóvenes distintos sueños, Don Bosco escogía lo que en ellos podía haber de mayor utilidad, pues tal era el objetivo que inspiraba aquellas misteriosas revelaciones. La narración de los sueños le sirve a Don Bosco para suscitar atención e interés por los mensajes que quiere transmitir a sus jóvenes. Solo a ellos están destinados, como él mismo explica tras la narración de uno de ellos: “Este fue el sueño, interprételo ahora cada uno como quiera, pero sepa siempre darle la importancia que merece.

Sin embargo, si hubiera alguna cosa que pudiera ser beneficiosa para nuestras almas, tómensela: no querría, sin embargo, que nadie anduviese contándolo fuera; se lo cuento a ustedes porque son hijos míos, pero no quiero que se lo cuenten a otros”.

Con frecuencia es la Virgen la protagonista de los sueños de Don Bosco, como explica Pedro Stella: “Para el Oratorio y para el círculo de los más cercanos a Don Bosco los sueños son una fuente característica de devoción. Pastorcilla, guía, reina, madre, la Señora de los sueños es uno de los elementos característicos de la devoción mariana del Oratorio.

Todos, salesianos y jóvenes, estaban persuadidos de lo que Don Bosco creía: Don Bosco y sus obras estaban especialmente favorecidas por la Santísima Virgen; nada se hacía sin una prueba palpable de que la Virgen María había intervenido para sugerir soluciones, allanar dificultades o proteger de las asechanzas del diablo. Los sueños marianos contribuían a hacer común la creencia de que los devotos de María eran objeto de gracias especiales; los sueños aseguraban que todos y cada uno de los que vivían con Don Bosco participaban de este carisma especial”.

 

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