Conocer-a-DOn-Bosco1 En 1848, cuando el Oratorio de San Francisco de Sales todavía luchaba por consolidarse, Italia vivía tiempos de revolución. El papa Pío IX, amenazado por la revuelta popular y el poder político que quería despojar al pontífice del poder temporal que ostentaba, se exilió de Roma para poder garantizar su seguridad.

Al margen de las causas políticas que provocaron tal situación, el acontecimiento del exilio papal creó en Don Bosco y sus muchachos un hondo pesar. Como para muchos católicos de su tiempo, la preocupación por la situación de amenaza que vivía la iglesia provocó una corriente de solidaridad y simpatía hacia el pontífice que se concretó en numerosos signos de apoyo incondicional al “vicario de Cristo”.

Corría el año de 1849 cuando en el Oratorio de Valdocco Don Bosco propuso a sus muchachos una colecta para recaudar fondos y ayudar al Santo Padre. El mecanismo se pone en marcha con la necesaria motivación pedagógica y aquellos muchachos, entre el abandono y la necesidad de supervivencia, logran recaudar de sus bolsillos maltrechos 35 liras.

Don Bosco, con agudeza, quiere darle una solemnidad adecuada al acontecimiento y llama a algunas personalidades de la ciudad de Turín, entre ellos el marqués Gustavo Cavour, a recoger la ofrenda de los pobres muchachos de Valdocco para el Santo Padre. Un periódico de la ciudad se hace eco del evento y Don Bosco consigue la notoriedad del momento para su Oratorio y la simpatía y admiración de la ciudadanía para su obra.

 

Los muchachos de Don Bosco, con la cara alegre y sonriente, rodean a los ilustres señores y dos de ellos se adelantan. Uno les entrega la cantidad recaudada, el otro pronuncia un discurso para la ocasión. Al terminar, un coro de niños cantará un himno compuesto en honor al Papa.

Una vez más, el ingenio de Don Bosco se pone al servicio de la causa de los Oratorianos y, al mismo tiempo, acrecienta en sus muchachos su sentido eclesial con la adhesión a la persona del papa. Ciertamente, es la donación de la viuda del Evangelio, lo pequeño, lo insignificante. Pero que con un valor incalculable educa en la solidaridad compartiendo lo poco que se tiene.

 

Ciertamente, el Papa llegará a conocer el sencillo gesto de los chicos de Valdocco y algunos meses más adelante devolverá el gesto con el regalo de unos rosarios bendecidos por él para los niños y jóvenes del oratorio. Como podemos suponer, ya se encargó Don Bosco de que también este sencillo signo de amistad tuviera su trascendencia en medio de las actividades de la casa.

Don Bosco, hombre de Iglesia con un sentido pedagógico y práctico de la vida, supo en cada circunstancia situarse adecuadamente y ofrecer a sus muchachos las claves para leer la realidad del tiempo que alcanzaba sus objetivos de consolidación de su obra. Lo único que le interesó, ciertamente, fueron los jóvenes.

 

Tomado del libro 100 palabras al oído

Compartir