Foto de: Ufabizphoto El Señor «entregó su espíritu” en una cruz cuando tenía poco más de 30 años de edad. Es importante tomar conciencia de que Jesús fue un joven. Dio su vida en una etapa que hoy se define como la de un adulto joven. En la plenitud de su juventud comenzó su misión pública y así brilló una gran luz, sobre todo cuando dio su vida hasta el fin. Este final no era improvisado, sino que toda su juventud fue una preciosa preparación.

El Evangelio no habla de la niñez de Jesús, pero sí nos narra algunos acontecimientos de su adolescencia y juventud. Mateo sitúa este período de la juventud del Señor entre dos acontecimientos: el regreso de su familia a Nazaret, después del exilio, y su bautismo en el Jordán. Las últimas imágenes de Jesús niño son las de un pequeño refugiado en Egipto y posteriormente las de un repatriado en Nazaret. Las primeras imágenes de Jesús, joven adulto, son las que nos lo presentan en el gentío junto al río Jordán, para hacerse bautizar por su primo Juan el Bautista, como uno más de su pueblo.

Este bautismo no era como el nuestro, que nos introduce en la vida de la gracia, sino que fue una consagración antes de comenzar la gran misión de su vida. El Evangelio dice que su bautismo fue motivo de la alegría y del beneplácito del Padre: «Tú eres mi Hijo amado». En seguida Jesús apareció lleno del Espíritu Santo y fue conducido por el Espíritu al desierto para salir a predicar y a hacer prodigios, para liberar y sanar. Cada joven, cuando se sienta llamado a cumplir una misión en esta tierra, está invitado a reconocer en su interior esas mismas palabras que le dice el Padre Dios: «Tú eres mi hijo amado».

Cuando regresó con sus padres a Nazaret estando en plena adolescencia, ellos lo perdieron y lo encontraron en el Templo. Allí dice que «les estaba sujeto», porque no renegaba de su familia. Después, Lucas agrega que Jesús «crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres». Es decir, estaba siendo preparado. San Juan Pablo II explicaba que no crecía sólo físicamente, sino que «se dio también en Jesús un crecimiento espiritual».

No hay que pensar que Jesús fuera un adolescente solitario o un joven ensimismado. Su relación con la gente era la de un joven que compartía toda la vida de una familia bien integrada en el pueblo. Aprendió el trabajo de su padre y luego lo reemplazó como carpintero. Por eso, en el Evangelio se le llama el hijo del carpintero. Este detalle muestra que era un muchacho más de su pueblo, por esta razón la gente no se explicaba de dónde sacaba esa sabiduría: ¿No es este el hijo de José?

 

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