Foto de: Parshant sharma La hija pequeña de Martin Seligman, cuando ella tenía tan sólo cinco años, le dijo a su padre:
-Papá, quiero hablar contigo


-Sí, Nikki.
-Papá,¿te acuerdas cómo era antes de cumplir cinco años? Desde los tres a los cinco años era una llorona. Lloraba todos los días. El día que cumplí años, decidí que no lloraría más. Es lo más difícil que he hecho en mi vida. Y si yo puedo dejar de lloriquear, tú puedes dejar de ser un cascarrabias.


Nikki había dado en el clavo con respecto a mi propia vida, comenta Seligman, fundador de la psicología positiva. Era un cascarrabias. En aquel instante decidí cambiar. Aquel día comprendí que educar a mi hija pequeña no consistía en corregir sus defectos. Mi objetivo debía ser desarrollar lo bueno que había mostrado. Dicha fortaleza actuaría de barrera contra sus flaquezas.


Aquel día comprendí que educar a los hijos era mucho más que evitar que vayan por el camino equivocado sino, sobre todo, reconocer y desarrollar lo positivo que tenía mi hija, sus virtudes, sus valores. Se trataba sobre todo de desarrollar las motivaciones positivas: la amabilidad, la afectividad, la libertad de elección, el respeto por la vida, la esperanza, la confianza, en una palabra: el Amor.


Esto es lo que hizo Andrew Carnegie con algunos de sus empleados. Él llegó a ser en un momento de su vida el hombre más rico de los Estados Unidos y logró también que 43 de sus empleados lo fueran. De niño desempeñó muchos oficios distintos y, al fin, acabó siendo el mayor fabricante de acero de todo el país.


Un periodista le preguntó a Carnegie cómo había hecho para contratar a cuarenta y tres millonarios. El magnate le respondió que aquellos no eran millonarios cuando empezaron a trabajar para él, sino que se habían enriquecido posteriormente. El periodista le preguntó: - ¿Cómo consiguió que esos hombres fueran tan valiosos para usted para pagarles tanto dinero? Carnegie contestó: Lo que yo hice fue alabar lo bueno que ellos tenían, y esa riqueza personal desarrollada les dio la posibilidad de ganar mucho dinero. Los hombres se desarrollan de la misma manera que se extrae oro de las minas. En la minería es preciso remover varias toneladas de tierra para obtener una onza de oro. Y en las personas ocurre igual: hay que remover lo negativo y prescindir de ello, y descubrir la riqueza, el oro que tienen.


En las personas hay más oro que tierra, más cosas buenas que malas. Muchas veces hemos pensado que la mejora se logra insistiendo en la crítica de lo negativo que tenemos para así conseguir el cambio. Y sin embargo no es así. Solo reforzando lo positivo, lo bueno que tenemos se logra corregir lo negativo. En la educación se ha utilizado dos sistemas: el represivo y el preventivo. El primero trata de corregir lo malo con el castigo, el miedo y la amenaza. Las consecuencias son que los muchachos no crecen como personas, no aflora el oro que tienen. Más que ayudar al cambio, lo que se logra es reforzar, desde la negatividad, los defectos que tienen y eso conduce al fracaso.


Lo importante es alabar lo bueno que las personas tienen. Descubrir el oro. Cuando encuentres algo bueno de tus hijos, díselo. Así consolidamos lo bueno que tienen. Muchos padres aman a sus hijos, pero nunca se lo dicen. El aplauso es lo más eficaz para consolidar lo bueno que tienen las personas.


Es tan eficaz que, en el mundialmente famoso método Suzuki para enseñar a tocar el violín, unas de las primeras cosas que enseña a los niños de dos a cuatro años, es hacer una venia (inclinación que se hace con la cabeza), saludando cortésmente al público, pues los maestros saben que el público invariablemente los aplaude.


El aplauso, la caricia psicológica, la alabanza es el mejor motivador que hemos encontrado para que los hijos adquieran confianza en sí mismos y en la ejecución, y consoliden lo bueno que tienen. Si nuestro servicio educativo consolida lo bueno, lo positivo que tienen nuestros hijos, el resultado es oro. Centrarse en los errores, en lo negativo no cambia a las personas. Cuanto más culpemos a la otra persona o intentemos que cambie, más se resistirá. Sólo fortaleciendo lo bueno que hay en ellos lograremos que el otro cambie. San Francisco de Sales lo confirma con aquel dicho: “Se cazan más moscas con una cucharada de miel que con un barril de vinagre”.

Leer más artículos:

 

Compartir