educarDB 222 1 La tarea de educar a los hijos para que desarrollen hábitos de orden mental y sean capaces de organizar sus propias vidas no siempre se valora como corresponde. Sin embargo, el orden y la organización son asuntos muy importantes, que ayudan al aprendizaje y producen efectos positivos en el desarrollo de la memoria.

¿Sus hijos llegan siempre tarde a todos lados? ¿No saben respetar los límites y las condiciones de un encuentro o de una actividad? ¿Se confunden si tienen que hacer más de dos cosas al mismo tiempo? Si la respuesta es sí, quiere decir que pueden tener dificultades para llegar a crear y mantener un orden adecuado en el vasto mundo de las actividades a realizar, y de las informaciones a recordar y utilizar en los ámbitos donde desarrollan sus vidas.

¿Quizás no tienen sentido de orientación? ¿O confunden la mano derecha con la izquierda? ¿O con frecuencia dejan olvidados o pierden sus objetos personales? Si la respuesta es sí, quiere decir que sus hijos pueden llegar a tener dificultades para crear y mantener un orden en el espacio.
Los niños necesitan organizar sus mentes para poder encauzar y orientar su aprendizaje, su pensamiento, y su modo de recordar y producir de acuerdo a una secuencia temporal adecuada y a un esquema espacial coherente.

Al principio era el Kaos
Sí, precisamente así: kaos con la “k”. ¿Por qué nuestros hijos prefieren usar esa letra en lugar de la más modesta e itálica “c”? Piensan quizás ennoblecer su desorden trasladándolo al origen griego del término y prefiriéndolo al origen hebreo, en el que el “caos” era una buena oportunidad para hacer surgir la armonía de Dios y su capacidad de construir un mundo que refleje sus perfecciones.

Como para decir que los adultos tenemos que resignarnos cuando de mañana nos toca enfrentar caóticas habitaciones de adolescentes, desordenadas por las llegadas tarde, y mañanas carentes de energía para enfrentar y racionalizar el espacio doméstico.

No es una operación instintiva. Y tampoco es algo sencillo. Recordar cómo se atan los zapatos y cómo se hace el nudo de la corbata exige la capacidad de memorizar y desarrollar secuencias motrices. Recordar el nombre de las personas, las fechas de los cumpleaños, la receta de una torta de miel o una adivinanza suficientemente compleja exigen la capacidad de memorizar las cosas en un orden determinado.

Ubicarse en el espacio y en el tiempo
Desde el comienzo mismo de la etapa escolar, los niños son introducidos en el mundo del tiempo y de las secuencias, a un nivel bastante sofisticado. Distinguir el orden de las letras del abecedario, comprender qué números son mayores que otros, saber leer la hora, son asuntos básicos para niños que tienen entre cinco y siete años. Que tienen que asimilar, además, conceptos temporales como “antes, “después”,”hasta que” y “cuando”… La habilidad para comprender y utilizar estos termino depende en buena parte del sentido interno del tiempo y de la secuencialidad que vayan adquiriendo.

La secuencialidad es un elemento muy importante en las matemáticas. Los problemas complejos y los cálculos, especialmente las multiplicaciones y divisiones, son fatigosos ejercicios de ordenamiento secuencial. Mientras los aprenden, los niños tienen también que aprender a contar historias, a referir acontecimientos y a escribir composiciones breves siguiendo secuencias lógicas muy precisas.

Cuando pasan los años y la carga de trabajo aumenta, los estudiantes tienen que demostrar también que saben administrar su tiempo. En efecto, tienen que aprender a manejar etapas y a realizar deberes complejos que implican una secuencia lógica de procesos. Tienen que ser concientes del transcurrir del tiempo durante una evaluación, para poder desarrollar bien su trabajo y terminarlo en el horario previsto, sin tener que dejar todo para el final o verse obligados a tratar rápidamente aspectos y elementos que podrían afrontar mejor si los trabajaran con más calma. Tienen que aprender a encontrar el justo equilibrio entre rapidez y calidad.

Es muy importante que, en este período, los padres exijan a sus hijos que estudien; pero es muy importante, también, que estén atentos para hacerles ver los eventuales puntos débiles que puedan surgir en este campo. El que no aprende a tener una mente “organizada”, corre el riesgo de tener una vida escolar atribulada y llena de dificultades. La exigencia de organizar el propio tiempo crece todavía más en los cursos superiores, aún cuando muchos adolescentes tienden a olvidarla o rechazarla.

Todos los niños necesitan ser ayudados a aprender a administrar el tiempo. Puede ser útil, por ejemplo, hacerles preparar el programa de una tarde de encuentros o el itinerario de su tiempo de vacaciones. Es mejor que los niños y preadolescentes usen relojes analógicos y no digitales, para que puedan seguir el movimiento de las agujas y organizar su tiempo en base a los intervalos sucesivos que transcurren en los cuadrantes. La escuela puede contribuir también a esta función educativa dando a conocer a los alumnos los horarios y planes de trabajo, y proponiéndoles proyectos de larga duración, donde se señalen clara y progresivamente las etapas en que se van desarrollando.

Padres y docentes deberán estar atentos para descubrir si los niños se desorientan, se distraen, o quizás, entran en crisis, cuando reciben instrucciones u órdenes complejas para ejecutar. Podrían estar frente a un caso de memoria secuencial inadecuada. Por eso es bueno que animen a sus hijos a llevar un diario de sus actividades y a controlar con sus compañeros si han cumplido lo que se les había dado para hacer.

Algunos recursos concretos
Desde los primeros años de vida, las poesías, las canciones y los juegos basados en el ritmo pueden reforzar la capacidad de ordenamiento secuencial. Las adivinanzas sobre el alfabeto, sobre los meses del año, sobre el orden de los números, y otras prácticas de este tipo son particularmente eficaces. En general, la música es también un medio óptimo para favorecer la ordenación secuencias.

Las exigencias de la escuela pueden favorecer la adquisición de la capacidad de gestionar las cosas y los tiempos. Una casa con un ambiente de trabajo bien organizado es una ayuda enorme. Los padres tendrían que ser comprensivos y ayudar especialmente a los niños que tienen problemas con el orden espacial, a hacerse más organizados. Es inútil repetir lamentos y recomendaciones. Los suspiros de despecho solo sirven para mortificar a los hijos. Es mucho mejor ayudarlos a hacer un plan para organizar sus cosas y sentarse con ellos a ponerle etiquetas a cajones y cajitas…Aunque la guerra al desorden no se vence solamente tratando de tener bajo control armarios y mesitas.

Más allá de esto, es importante que los padres demuestren a sus hijos que los aceptan y quieren siempre su bien. Y que, al mismo tiempo, sean testimonios creíbles de la teoría que el orden exterior refleja el orden interior y viceversa.

 

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