en familia 1 Escribo este artículo el 31 de enero, fecha en que los salesianos alrededor del mundo celebran la fiesta de Don Bosco. Y rescato una publicación de septiembre del 2015 en la que el papa Francisco relata una anécdota de San Juan Bosco para explicar la importancia de su estilo educativo en la sociedad actual.

El papa Francisco contó durante una entrevista que Don Bosco, cuando estuvo de visita en Trastévere, un barrio de Roma muy pobre, pasaba a bordo de un coche cuando una pedrada quebró el vidrio. Según el relato, en lugar de recibir el hecho como una agresión, Don Bosco decidió de inmediato fundar uno de sus proyectos en ese lugar. El papa dice: “No lo vivió como una agresión, lo vivió como desafío para ayudar a gente que solamente sabía agredir”. Durante el resto de la entrevista, el papa Francisco habla de la importancia de la educación de emergencia que, en términos abreviados, consiste en enseñar algún oficio en lugares donde los jóvenes no tienen trabajo. Con ello se garantiza el sustento para los muchachos y se evita que estén desocupados.

A 129 años de la partida de San Juan Bosco, parece que su estilo sigue siendo urgente y no ha perdido un ápice de vigencia. En todos los escritos sobre la vida de Don Bosco queda en evidencia su vocación hacia los jóvenes rechazados y pobres. Su deseo de otorgarles un futuro y llenar sus corazones de alegría debería ser la brújula de la sociedad.

Las palabras del papa Francisco sobre Don Bosco son en verdad revolucionarias, fuertes y deberían ser motivadoras. Las repito: “Lo vivió como un desafío para ayudar a gente que solamente sabía agredir”. Y lo hago para que sirva como un llamado interno para todos los seguidores del santo de la alegría, porque el impulso primero ante una agresión es o apartarse o agredir. Procuremos que no solo sea de San Juan Bosco ese impulso por ayudar. No pocas veces una agresión esconde una fuerte necesidad, una tristeza aguda, una frustración injusta o una respuesta inadecuada a tanto rechazo.

Don Bosco, como Jesucristo, vivió entre nosotros para enseñarnos a ir en la dirección correcta. La más difícil, sí, pero la correcta. Seguir estos ejemplos requiere dar una “vuelta de calcetín” a nuestra forma de pensar. No pensemos que solo por amar a Don Bosco y ser parte de sus hijos ya somos salesianos honrosos. Es necesario tomar las riendas y actuar. O, si ya lo hacíamos y nos hemos acomodado, es necesario recobrar el ánimo, levantarnos y seguir el camino, el impulso de ayudar.


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