Expresar gratitud, estimar y apreciar lo que la pareja hace por nuestro beneficio y corresponder de alguna manera al mismo. No existe una receta mágica para construir una familia feliz y mucho menos una que sea universal, principalmente cuando cada vez hay más familias de todo tipo y cada una tiene sus propias maneras de fomentar sus valores. Sin embargo, hay puntos de gran coincidencia en el trato entre parejas que traen como consecuencia una familia más sólida.

Responsabilidad: Construir pareja es un trabajo de dos y por eso las tareas se asumen como equipo. Aquí aplican tanto las tareas domésticas como las afectivas y de buen trato. Cada individuo debe saber cómo administrar las finanzas, lavar platos o cuidar del otro, y no estar esperando desde la comodidad a que sea su pareja quien trabaje, porque esto termina en desequilibrio. La responsabilidad nos ayuda a asumir como propias las tareas del hogar y a reconocer cuándo va mal el equilibrio y así buscar su compostura.

Empatía: para convivir en pareja hace falta pensar en el otro. De lo contrario, tendremos justificaciones como “no quería lastimarte con eso...; no sabía que iba a hacerte daño”. Si sabemos cómo ponernos en el lugar del otro, descubriremos si lo que hacemos, decimos, dejamos de hacer o no, perjudica o enriquece a la persona con quien vivimos y compartimos en familia.

Autocuido: Mi bienestar depende de mí. Eso significa saber poner un alto situaciones que me hacen daño. Vengan de quien vengan esas situaciones. Si lo aprendemos, también sabremos cómo poner límites, ser autosuficientes y no esclavizar a la otra persona para que nos brinde bienestar.

Autocontrol: Somos responsables de nuestras acciones y palabras. La convivencia nos pone muchas veces en situaciones límite. Eso nunca justificará responder a ellas con violencia, humillaciones, ataques de nervios o histeria, impulsos reaccionarios, actos inmaduros y poco reflexivos. Si aprendemos a decir —y a respetar cuando nos las dicen— expresiones como “perdón, no estoy listo para hablar de eso ahora, necesito tiempo para tranquilizarme” o “sé que es importante para ti esto en este momento, pero estoy muy atareado con el trabajo, ¿podrías esperar hasta mañana?” Son gestos sencillos que evitan desenlaces fatales. Si ya perdimos el control, pedir perdón y actuar de corazón para enmendar es indispensable para continuar.

Generosidad: Saber ceder, atender, dar, perdonar, ayudar, cuidar, considerar y hablar bien a nuestra pareja. Saber cómo y cuándo anteponer sus necesidades al interés o utilidad propio es entrar en un círculo de virtudes que nos mantiene cerca el uno al otro y vuelve más fuerte el lazo recíproco.
Reciprocidad: No se trata solo de dar sin recibir nada a cambio. Dar comprensión, apoyo, tolerancia, respeto y no recibir nada del otro no contribuye al esfuerzo de pareja que es equipo. Es importante retribuir los esfuerzos del otro.

Agradecimiento: Expresar gratitud, estimar y apreciar lo que la pareja hace por nuestro beneficio y corresponder de alguna manera al mismo es una de las mejores claves para garantizar el amor.

Si nos esforzamos por poner en práctica estas virtudes y si educamos a nuestros hijos para que las vivan, estaremos contribuyendo a crear familias y sociedades más sólidas y más humanas.

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