Feminismo si o no? Decimos sí al feminismo que expone Juan Pablo II en su CARTA A LAS MUJERES (29 de junio de 1995) y del cual entresacamos algunos pensamientos a continuación.


Por desgracia somos herederos de una historia en la que se ha hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales. Las responsabilidades de esta marginación se han dado incluso por parte de no pocos hijos de la Iglesia. Lo lamento sinceramente.

Pero el Evangelio tiene un mensaje sobre el tema de la liberación de la mujer contra toda forma de abuso. Mensaje que brota de la actitud misma de Cristo. Él, superando las normas vigentes en la cultura de su tiempo, tuvo en su relación con las mujeres una actitud de apertura, de respeto, de acogida y de ternura.

Hay que reconocer que, en la larga historia de la humanidad, las mujeres han contribuido al progreso, no menos que los varones, y la mayor parte de las veces en condiciones bastante adversas. Partiendo con desventaja, excluidas a menudo de una educación igual, expuestas a la infravaloración e incluso al despojo de su aportación intelectual.

Respecto a esta grande e inmensa herencia femenina, la humanidad tiene una deuda incalculable. ¡Cuántas mujeres han sido y son todavía hoy tenidas en cuenta más por su aspecto físico que por su competencia, profesionalidad, capacidad intelectual, sensibilidad y, en definitiva, por la dignidad misma de su ser!

Todavía hoy, en muchas partes, hay obstáculos que impiden a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica. Baste pensar cómo a menudo es penalizado el don de la maternidad, al que la humanidad debe su misma supervivencia. Ciertamente aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no implique una discriminación.

¿Cómo no recordar aquí la larga y humillante historia de abusos cometidos contra las mujeres en el campo de la sexualidad? No podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia sexual que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres. Merecen en cambio reconocimiento las mujeres que, con amor heroico, llevan a término un embarazo derivado de relaciones sexuales impuestas con la fuerza. En semejantes casos, la opción del aborto (que es siempre un pecado grave), antes de ser una responsabilidad de las mujeres, es un crimen imputable al varón y a la complicidad del ambiente social que lo rodea.

Hay que devolver a las mujeres el pleno respeto de su dignidad. El Papa expresa su admiración hacia las mujeres que se han dedicado a defender la dignidad de su condición femenina mediante la conquista de fundamentales derechos sociales, económicos y políticos.

El Papa manifiesta una particular gratitud a las mujeres comprometidas en los más diversos sectores de la actividad educativa, fuera de la familia: asilos, escuelas, universidades, instituciones asistenciales, parroquias, asociaciones y movimientos.

¿Cómo no recordar aquí el testimonio de tantas mujeres católicas y de tantas Congregaciones religiosas femeninas que, en los diversos continentes, han hecho, y sigue haciendo, de la educación, especialmente de los niños y de las niñas, su principal servicio? ¿Cómo no mirar con gratitud a todas las mujeres que han trabajado y siguen trabajando en el campo de la salud, no sólo en el ámbito de las instituciones sanitarias mejor organizadas, sino a menudo en circunstancias muy precarias, en los países más pobres del mundo, dando un testimonio de disponibilidad que a veces roza el martirio?

Tengamos en cuenta no sólo a las mujeres famosas sino también a las sencillas, que expresan su talento en el servicio de los demás en lo ordinario de cada día.

Todo lo dicho hasta aquí constituye el feminismo al que le decimos SÍ.

El feminismo al que decimos no, está constituido por las exageraciones en que se ha caído en algunos países. Las feministas extremas defienden ideas como estas:

El matrimonio y los embarazos dificultan el desarrollo de la mujer y le impiden ocupar el papel que le corresponde en la sociedad. La fertilidad debe ser controlada por todos los medios, sin excluir el aborto. De esa manera, la continencia sexual es innecesaria y se da vía libre a las prácticas sexuales más variadas, sin necesidad de casarse y sin necesidad de embarazarse. El matrimonio, el embarazo y la maternidad contribuyen a que los hombres exploten a las mujeres como “máquinas de hacer niños y esclavas domésticas”, a la vez que niegan a las mujeres una participación igualitaria en los papeles directivos, económicos y sociales, y en el uso del tiempo libre. Hay que liberar las relaciones sexuales de las responsabilidades del matrimonio y de la maternidad.

La mujer debe independizarse y liberarse de las ataduras de la naturaleza y de las funciones asociadas a ella: la maternidad y el hogar. Quedar encinta es una desgracia y tener hijos es una catástrofe. La maternidad, el cuidado de los hijos y la dedicación a la familia son lo que legitiman la desigualdad de varones y mujeres.

Este es el feminismo al que le decimos NO.

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