Sexo y género en la legislación. Se oye decir que el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS), definirá el sexo como “la condición de una persona como hombre o mujer basándose en sus rasgos biológicos inmutables identificables en el nacimiento”.

 

En otras palabras, la definición de sexo dentro de la ley federal recogerá la definición de los médicos, que registran el sexo de acuerdo con los genitales externos. Y se necesita una evidencia genética fiable para diagnosticar los extraordinariamente raros trastornos del desarrollo sexual (DSD por sus siglas en inglés) que afectan al 0,018 por ciento de los nacimientos.

Los trastornos de desarrollo sexual (DSD) no contradicen la existencia de una sexualidad binaria (varón-mujer), aunque lo afirmen los activistas de la ideología de género, sino que son trastornos sexuales específicos que causan un desarrollo anómalo de las características sexuales. En lugar de “asignar” el sexo a través de una orden burocrática (política-ideológica), se reconocerá y registrará el sexo humano a través de la observación del cuerpo, ya que es la manera más objetiva y neutral de que la ley sea precisa.

En cambio, las actuales leyes municipales y estatales de Estados Unidos privilegian la noción de ‘género’ que es una “condición mental” elegida subjetivamente, y no verificable objetivamente. El sexo tiene propiedades opuestas al género ya que es un estado corporal, fijo y verificable. El sexo continúa existiendo con o sin la intromisión de las leyes. El “género” no existe fuera del ámbito del lenguaje. Ni el deseo subjetivo ni la tecnología médica pueden cambiar o eliminar el sexo de nadie. Pero lo que es imposible para el hombre físico se hace posible para el legislador.

¿Son compatibles sexo y género en las leyes? Emily Zinos comenta así la cuestión: “Tomemos los ejemplos de Terry Miller y Andraya Yearwood, atletas masculinos de un Instituto de secundaria, que se identifican como de “género” femenino y compiten en el equipo femenino de atletismo. Como era de esperar, ambos superaron a las competidoras con su velocidad masculina, llevándose a casa los trofeos de primer y segundo lugar en una reciente competición estatal”.

Si el “género” es lo determinante para la elegir el equipo de atletismo, son evidentes las ventajas y limitaciones que el sexo confiere al cuerpo. Pero esto actualmente no les importa porque lo que les importa es el género. Si las leyes se hacen en base al “género”, se ignora el cuerpo sexuado de aquellos que alegan otra “identidad de género”; y se ignora el cuerpo sexuado de cada persona afectada. Si un varón es incluido en un equipo deportivo femenino debido a su elección del “género” femenino, ya no se trata de un equipo deportivo femenino. La categoría de sexo se derrumba por completo.

Solo excluyendo el género y fundando la identidad legal humana en el cuerpo sexuado, podrán las leyes proteger el juego limpio en el deporte femenino. Lo mismo sucede si se trata de recopilar datos demográficos precisos o preservar instalaciones para personas de un solo sexo (como baños, cárceles, etc.).

Clarificar por escrito la definición de sexo implica que el sexo y el género, sencillamente, no pueden coexistir dentro de la ley.

¿Seremos gobernados como seres sexuados y corporales, o seremos gobernados según los deseos puramente mentales de la gente? En el caso de que el rumor de la definición de sexo que motivó este artículo, finalmente se concrete, habrá que elogiar al Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS) por tomar medidas para garantizar que la ley nos vea como somos, sin importar cómo nos percibamos o como nos gustaría ser.

Como dice Robert P. George, jurista en la universidad de Princeton: Es absurdo que desear algo se transforme en derecho. Nuestros deseos no se convierten automáticamente en derechos. No puedo exigir como si fuera mi derecho todo aquello que deseo, como si los demás tuvieran la obligación de satisfacer todos mis deseos.

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