Foto de: Alvin Mahmudov. El Cantar de los Cantares no es meramente una metáfora del amor espiritual de Dios y el alma humana. Se trata, ante todo, de un canto al amor humano. Porque también el amor humano, bendecido por Dio, puede ser tema de un libro inspirado de la Biblia. La dimensión humana del matrimonio es signo físico del amor de Dios.

 

1- En el Cantar de los Cantares el esposo repetidamente se refiere a su esposa como ‘hermana’: “Tú me has robado el corazón hermana mía, esposa mía, tú me has robado el corazón con una sola mirada de tus ojos. Qué dulce es tu amor, hermana mía, mi esposa” (4,9-10).
El auténtico amor matrimonial reconoce al propio cónyuge como un hermano en sentido de que comparte la misma humanidad. Ambos están hechos a imagen de Dios. Reconociendo a su amada como hermana, el esposo hace eco de las palabras de Adán: “Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn 2,23).
Cuando el esposo del Cantar no duda en llamar a su amada ‘hermana mía’, no pretende renunciar a la intimidad, sol demuestra que sus deseos por ella como esposa no son de lujuria, sino de verdadero amor. Solo desea ser un sincero don para ella, como corresponde a quien es imagen de Dios.
2- Jardín cerrado y fuente sellada. El esposo del Cantar, usa una interesante metáfora. Dice: “Un jardín sellado es mi hermana, mi esposa, un jardín cerrado y una fuente sellada” (4,12). Esta metáfora está estrechamente relacionada con la unión de los sexos y nos ayuda a entender especialmente el misterio de la mujer. La imagen es útil para transmitir el significado y la profunda dimensión personal de la unión de los esposos.
Ambas metáforas (jardín y fuente), expresan la total dignidad personal del sexo femenino. Con las expresiones ‘cerrado’ y ‘sellado’, la esposa se presenta a los ojos del varón como dueña de su propio misterio. El esposo debe respetar el hecho de que no puede y no debe dominar a su esposa. Ella controla su propia persona, su propio misterio.
El auténtico amor permite una cierta entrada en el misterio de la otra persona, pero sin nunca violar lo más íntimo. Si el amor ‘viola’ de alguna manera a la persona, entonces no es amor sino lujuria. Si el amante esposo intenta entrar en el jardín no puede violentar o romper la puerta. No puede manipularla hasta romper la llave. Él respetará a su mujer porque ella tiene el control de su propio misterio. Todo lo que puede hacer el varón es confiar en la libertad de su amada. Todo lo que el esposo puede hacer es tocar a la puerta y esperar respetuosamente.
El esposo del Cantar de los Cantares deja claro su deseo: “Ábreme, mi hermana, mi amor, mi paloma, mi perfecta; porque mi cabeza está mojada de rocío” (5,2). Y ella lo escucha: “Mira, mi amado está tocando.” Incluso él “pone sus manos en el pestillo de la puerta” (5,4). Pero solo con un ‘sí’ de ella, dado libremente, se abrirá el jardín: “Despierta, viento norte, y ven oh viento del sur. Sopla sobre mi jardín, deja flotar su fragancia. Deja a mi amado venir a su jardín y comer sus frutos más apetecidos” (4,16).
Estos versos revelan el misterio del auténtico amor. Los esposos están entendiendo correctamente el verdadero lenguaje de sus cuerpos, como un signo del amor divino. Así la dimensión humana-natural del sacramento del matrimonio (la unión sexual) comunica verdaderamente la dimensión sobrenatural (el amor y la gracia de Dios).
3- La sexualidad logra lo que está llamada a ser, solo cuando expresa un amor ‘fuerte como la muerte’. El esposo del Cantar confirma que es consciente de ello, cuando dice: “Grábame como un sello en tu corazón, porque el amor es fuerte como la muerte. Sus dardos son dardos de fuego, llamarada divina. Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor, ni pueden extinguirlo las inundaciones” (8,6-7).
El amante esposo se presenta a sí mismo ante su amada esposa, no como quien ha sido superficialmente atraído por su cuerpo, sino como quien ha sido cautivado y fascinado por el entero misterio de la mujer, como quien está deseoso de honrarla como mujer y esposa hasta la muerte.
Una mujer solo puede abrir su sagrado jardín y permanecer inviolada si se le asegura que se le está entregando toda la vida, si está segura de que quien la pretende ha puesto un sello indeleble sobre su corazón y que su amor será fuerte como la muerte. El amor fuerte como la muerte se llama matrimonio.
De lo contrario, debe ser capaz de decir como aquella canción de The Shirelles (años 60) “¿Me seguirás amando mañana? ¿Se trata de un tesoro duradero, o solo es un momento de placer? ¿Puedo creer en lo mágico de tu mirada? Si me engañas me causarás dolor. Detente, en nombre del amor, antes de que ropas mi corazón”.

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