amarconelcuerpo Lo que parecía una liberación sexual ha extendido tal desconcierto en el modo de vivir la propia sexualidad, que se está convirtiendo en una maldición.

 

Los iniciadores de la revolución sexual pecaron de ingenuos al prometer con su teoría a hombres y mujeres la felicidad que todos buscamos.

En ningún momento incluyeron una reflexión seria sobre lo que es el sexo, cuál es su función y su sentido para la vida humana. Sobre estos aspectos persiste la ignorancia y la desinformación. De hecho, se han cometido muchos errores y se han cosechado muchas frustraciones sicológicas.

El cuerpo no es un simple instrumento, que se puede manejar de cualquier manera independientemente de toda norma.
La sexualidad es la expresión corporal de nuestra capacidad de amar y de entregarnos a otra persona y recibir su entrega. Afecta al hombre de manera íntima y profunda, tanto para bien como para mal.
Si una persona le dice a otra que la ama, el mismo lenguaje presupone la expresión “para siempre”. No tiene sentido decir: -Te amo, pero probablemente solo será por unos meses o unos años, mientras sigas siendo atractiva, joven, y no encuentre otra mejor opción.

Un “te amo solo por un tiempo” no es un amor de verdad. Es, más bien, un “me gustas, me atraes, lo paso bien contigo”.

Cuando uno entrega el cuerpo, es porque se entrega a sí mismo en plenitud. La entrega del cuerpo es la expresión de la entrega total de la persona. Porque mi cuerpo soy yo mismo. Y el otro no es un objeto que satisface mi apetito, del mismo modo que un pastel satisface el gusto. Toda relación sexual llega hasta lo más hondo e implica la totalidad de la persona. El hecho de usar a la otra persona como un objeto es una falta de respeto, es un insulto.

¿Y si el otro se deja usar pacíficamente? Respondemos con otra pregunta: ¿Y si el otro se deja sacar un ojo? ¿Dejará de ser malo hacerlo? Si el otro se deja usar pacíficamente es porque no se ama, no se aprecia, y me aprovecho, vilmente, de sus desgracias.
Si no hay entrega de la propia vida mediante el matrimonio, el acto sexual es expresión de una entrega que todavía no existe, no es una entrega auténtica. Es mentira que hacen el amor.
Hacer el amor es amar en serio, es expresión de una entrega total entre un hombre y una mujer para toda la vida. Entonces es algo auténtico y noble.

Según las leyes civiles, cualquier matrimonio se puede divorciar, porque esa ley no reconoce la existencia de un verdadero compromiso para siempre. Casarse es entregarse para siempre. Es esencial, pues, preparar el matrimonio con un noviazgo serio. No se trata de ‘romantiquear’ y llegar a casarse sin conocerse a fondo, sin hablar de las cosas más importantes: el carácter y el temperamento, los estudios y el trabajo, las malas costumbres como el licor, las parrandas, el machismo, el mal uso del dinero, el respeto), Hay que hablar sobre las relaciones con los padres y los suegros, los futuros hijos y su educación, sobre los valores morales y la vida de fe.

Cuando dos esposos son capaces de separarse y seguir como si no hubiera pasado nada, es porque efectivamente nunca había pasado nada en esa relación, en el sentido de que nunca había existido una entrega real de la propia vida. En otras palabras, no había matrimonio en realidad.

Si me he casado, me he casado para siempre. Si no me he casado para siempre, simplemente no estoy casado. El matrimonio, o es indisoluble, o no es matrimonio. La posibilidad del divorcio hace inútil el matrimonio.

La vida en común y el acto sexual son manifestaciones y consecuencias de ese acto de la voluntad que es casarse. Son verdaderos y sinceros cuando uno se ha casado, y son mentira si uno lo hace con alguien que no es su esposo.

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