El Señor es nuestro Dios. En el capítulo 15 de Hechos de los Apóstoles, vemos como algunos judíos convertidos al cristianismo se pusieron a predicar que los cristianos procedentes del paganismo no podían salvarse si no se circuncidaban de acuerdo con la ley de Moisés.

Esto provocó una fuerte discusión con San Pablo. Aquellos judíos creían que el cristianismo era una simple continuación del judaísmo. No habían entendido la novedad de vida que Jesucristo había traído al mundo. Para resolver el conflicto, Pablo y Bernabé viajaron a Jerusalén para reunirse con los Apóstoles. Después de invocar al Espíritu Santo discutieron el tema, y decidieron que no se deben imponer a los convertidos más cargas que las estrictamente necesarias.

¡Qué buen criterio pastoral para la Iglesia! Porque algunos agentes de pastoral podemos tender a complicar las cosas más de lo necesario. Aquí se nos pide no imponer a los fieles más cargas que las estrictamente necesarias.
Inmediatamente nos entra la curiosidad de saber cuáles son esas cargas estrictamente necesarias que se exigen al cristiano. Es muy interesante conocerlas porque ello constituye la novedad cristiana en comparación con los no cristianos. Pues bien, resulta que se limitaron a prohibir la fornicación y la carne sacrificada a los ídolos. Parece que las cargas estrictamente necesarias para cristiano son más bien pocas. Algunos habríamos esperado una lista más larga de preceptos. O hubiéramos dado más importancia a otros temas.
Pero analizando más despacio estos dos asuntos, descubrimos que son, efectivamente, cuestiones clave.
Comencemos con los sacrificios idolátricos de animales. Recordemos que la fe en un solo Dios es en la antigüedad el distintivo del Pueblo Judío. Su principal mandamiento: Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es. Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza (Deuteronomio 6,4-5). No hay más Dios que Yahveh. Y nada ni nadie puede ocupar su lugar y sustituirlo. Sería una aberración. Los ídolos son falsos y su culto constituye una infidelidad al único Dios. La idolatría se opone directamente a los tres primeros mandamientos de la Ley de Dios. Se trata, pues de algo fundamental.
Pasamos ahora a considerar la prohibición de la fornicación. La fornicación y el adulterio son prohibidas en la ley de Dios en vistas a proteger la familia basada en el matrimonio indisoluble, fiel y abierto a los hijos. Tres mandamientos del decálogo van en esa dirección: cuarto, honrar padre y madre; sexto, no cometer actos impuros; y noveno no desear la mujer del prójimo.
Ya hemos aludido, hasta aquí, a seis de los 10 mandamientos.
Si ahora nos preguntamos qué mandamientos de Moisés falta por mencionar, resultan los siguientes: no matar, no robar y no mentir. Prohibiciones que ya estaban consideradas también por los paganos.
¿Qué resulta de este análisis? Resulta que la decisión de los Apóstoles, en su reunión de Jerusalén, bajo la guía del Espíritu Santo, define efectivamente aspectos sustanciales de la vida específicamente cristiana:
1. La supremacía del Dios único, el monoteísmo frente a la idolatría y politeísmo de los paganos.
2. La familia basada en el matrimonio y la correspondiente moral sexual frente a las inmoralidades de los paganos que incluían bacanales, repudio de la esposa y divorcio, así como aborto e infanticidio, etc.
Las conclusiones del primer Concilio de la Iglesia celebrado en Jerusalén (año 60 ó 65), resultan ser no solo más importantes de la que parece a primera vista, sino también de gran actualidad en nuestra sociedad que está regresando rápidamente al paganismo.

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