Autores de la Biblia. “Las verdades reveladas por Dios, que se contienen en la Sagrada Escritura, se escribieron por inspiración del Espíritu Santo. La Iglesia tiene por santos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo. Para la composición de los libros sagrados, Dios eligió hombres en plena posesión de sus facultades, y actuó por medio de ellos, para que escribiesen como verdaderos autores, todo aquello y solo aquello que Él quería” (Dei Verbum, 11).


Testimonios del Nuevo Testamento sobre el origen divino de la Biblia.
a) Testimonios indirectos. Jesús y los apóstoles atribuyeron una autoridad absoluta a los libros del Antiguo Testamento. Así lo reflejan las palabras de Jesús en Mt 5,18: “En verdad os digo que mientras no pasen el Cielo y la tierra, no pasará de la Ley ni la más pequeña tilde o signo hasta que todo se cumpla”. La expresión ‘la Ley’ indica la Biblia Judía. Por eso los autores del Nuevo Testamento citan con autoridad el Antiguo Testamento más de 350 veces.
El origen divino del Antiguo Testamento se indica a través de diversas fórmulas: “Lo que el Señor ha dicho por medio del profeta”. Esta expresión se encuentra varias veces en Mateo. “El Espíritu Santo predijo por boca de los profetas” (Hch 3,18.21). Se habla también de los textos del Antiguo Testamento como de “oráculos de Dios” o “palabra de Dios” (Mc 7,13; Rm 3,2). Fórmulas como: “está escrito”, “la Escritura dice”, significan que lo que está escrito debe cumplirse, puesto que ha sido dicho por Dios.
b) Testimonios directos. 2Tm 3,16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena”.
2P 1,20-21: “Ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios.
2P 3,15-16: “La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, como os lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas las cartas cuando habla en ellas de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente –como también las demás Escrituras- para su propia perdición”.
Documentos del Magisterio de la Iglesia
El Decreto del Concilio de Florencia para la unión con la Iglesia de los Jacobitas (año 1441), declara: “La Iglesia confiesa un solo e idéntico Dios como autor del Antiguo y del Nuevo Testamento, como también del Evangelio, porque los santos de uno y otro Testamento han hablado bajo la inspiración del Espíritu Santo”. El Concilio añade a continuación la lista de los libros inspirados, es decir, el índice de nuestras Biblias.
El motivo por el que Dios debe ser considerado autor de todos los libros de la Escritura es: “porque los santos de uno y otro Testamento han hablado bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo”.
El Concilio Vaticano Primero (1869) estableció la definición de inspiración bíblica: “La Iglesia tiene por sagrados estos libros, porque han sido escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen, pues, a Dios por autor, y como tales han sido transmitidos a la misma Iglesia.” El autor, al escribir el libro sagrado, es el instrumento del Espíritu Santo, pero un instrumento dotado de razón.
La inspiración es una gracia que Dios concede, como ocurre en el caso de las profecías, o el don de hacer milagros. Dios actúa en el autor sagrado de un modo del todo ‘sobrenatural’. Ver también la cita de Dei Verbum al inicio de este artículo.
Los autores humanos no escribieron mecánicamente. Al decir que Dios actuó ‘en ellos y por medio de ellos’ se indica que nos son instrumentos pasivos. De hecho, todos pueden captar en los libros las peculiaridades personales y el estilo de cada quien. Los textos sagrados manifiestan por esto el conocimiento, la cultura, la capacidad literaria, y el modo de ser, del autor sagrado.
A pesar de las limitaciones humanas, los textos sagrados llevan consigo el sello de la sabiduría divina. Por esto, no se puede entender con plenitud el contenido de los textos sagrados por medio de un análisis solo racional. Ya que los textos inspirados son ‘palabra de Dios’.
Lo dicho no implica que el autor humano tuviera la conciencia de que estaba siendo inspirado por Dios. Lc 1,13 habla del esfuerzo que realizó en la composición de sus escritos, lo cual confirma el desconocimiento que tenía de que estaba siendo inspirado. En otros textos como Is 30,8 (“Ahora ve y escríbelo en una tablilla, grábalo en bronce, que sirva en el futuro de testimonio perpetuo”), es probable que el autor fuera consciente de que estaba siendo inspirado.

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