La vocación del ser humano... Hay una cita del Concilio Vaticano II cuya meditación siempre será provechosa: “El ser humano no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (GS 24). Su «propia plenitud», o sea, su felicidad y plena realización. Esa auto-realización que otros buscan en el egoismo.

A Juan Pablo II gustaba repetir: “La principal vocación del hombre es el amor”.

Por su parte, los mejores sicólogos coinciden cada vez más en afirmar que la madurez humana consiste en haber aprendido a amar y ser capaces de amar. Así mismo, afirman que muchas neurosis, amarguras y tristezas se originan en el egoísmo y se curan dando amor (Ver al respecto la literatura de los ).

Y los filósofos personalistas enseñan que “el ser humano, en cuanto persona, es poder de apertura de sí al otro y, al mismo tiempo, poder de acogida en sí del otro.

Desde ese punto de vista, el fin de la educación consistiría en enseñar a amar. “La educación es cosa del corazón” (Don Bosco).

Es puro evangelio: “Hay más alegría en dar que en recibir”. “El que se busca a sí mismo se pierde,…”. ¡Qué importante es convencerse de esto y hacerlo una opción personal de vida!

No podía ser de otra manera si, como afirma San Juan, “Dios es amor”.

Desde al Antiguo Testamento Dios se muestra así: “Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo siento por Sión un amor ardiente y celoso, un amor celoso que me arrebata’” (Zac 8,2). Se puede recordar aquí todo el libro Cantar de los Cantares. O la cita de Jer 7,20: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”. O lo que afirma Is 62,5: “Como un joven se casa con su novia, así te desea el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”.

Recordemos lo que dice Ef 1,4: “Dios nos eligió en Cristo, antes de la creación del mundo para ser santos e irreprochables ante Él, por medio del amor”.

Jesús en el NT se presenta como el Esposo de la Iglesia.

Y San Pablo nos exhorta: “Hermanos: a nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el ‘no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás’, y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: ‘amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera” (Rm 13, 8-10).

Y, ¿cómo no recordar el famosísimo himno de 1Co 12,31-13,8: “El amor es comprensivo, el amor es servicial,… soporta sin límites.”?

Y el Evangelio de Juan (13,35), enseña: “En eso conocerán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros”.

El Papa Benedicto XVI nos hizo, desde el principio de su pontificado, un regalo que es también un programa: la encíclica Deus charitas est. Dios es AMOR; Dios es una comunidad de tres personas que se aman y que nos aman y que nos capacitan para amar y nos piden que amemos.

Por eso el famoso teólogo suizo Hans Urs von Balthasar afirma: “Sólo el amor es creíble”. Sólo el amor es digno de fe. En eso se basa la apologética, o sea la demostración de cuál es la verdadera religión.

Santa Teresita del Niño Jesús encontró la paz en ello: “Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo y mi deseo se verá colmado”.

El Papa Juan Pablo II escribió: “El ser humano no puede vivir sin amor. Sin amor el hombre no se comprende a sí mismo; su vida sin amor no tiene sentido, si no le es revelado que el amor existe, si no descubre que él mismo es amado, si no aprende él mismo a amar” (Familiaris consortio, 18).

Precisamente los Salesianos estamos llamados a ser en la Iglesia “signos y portadores del amor de Dios por los jóvenes, especialmente a los más pobres”.

El tema del 22 Capítulo General de las Hijas de María Auxiliadora es “Llamadas a ser hoy signos y expresión del amor preventivo de Dios”.

Dios no nos ama porque seamos buenos, sino que amándonos nos hace buenos, dignos de respeto y capaces de amar. Al respecto podemos recordar el ejemplo de Zaqueo en el Evangelio.

El amor constituye el núcleo dinámico de la experiencia de Don Bosco y de María Mazarello. El amor los hacía percibir el grito de auxilio de las y de los jóvenes. El amor debe ser la fuente de nuestra entrega a los jóvenes.

            “Al final de nuestra vida nos examinarán sobre el amor” (S. Juan de la Cruz).

            Darlo todo por amor es el ideal de nuestro paso por la vida.

Pues bien, normalmente la vocación de todos al amor, se suele vivir:

-       En el matrimonio entre un varón y una mujer, para ayudarse mutuamente y procrear otros hijos de Dios.

-       En la vida sacerdotal o en la vida religiosa, consagrándose a Dios a tiempo completo para servir y amar a los seres humanos, como Cristo amó a su Iglesia. Aquí uno hace familia propia a la comunidad religiosa o la comunidad eclesial o parroquial.

Compartir