Cuando algunos investigadores analizan el ADN (código genético) de una mosca, de un cerdo, o de un mono, y lo comparan con el ADN de un ser humano se asombran de comprobar el gran parecido que existe entre ellos. Con base en ese descubrimiento hay quien exclama: “El ser humano es poco más que un mono”.

Por lo tanto no habría que extrañarse si también el comportamiento humano se diferencia poco del comportamiento animal. Por ejemplo en el ámbito de la sexualidad.

Cuando un cristiano analiza la obra de Dios Creador y compara una mosca, un cerdo o un mono con la creación del ser humano, descubre algunas otras diferencias que le llevan a exclamar con la Sagrada Escritura: “El ser humano es un poco inferior a los ángeles” (Sal 8,6). Por lo tanto mucho más que un mono, o que cualquier animal.

Entre el ser humano y los animales media una distancia tan grande que con relación a ellos, el ser humano (Adán), se siente solo. Para superar esa soledad necesita la presencia de otro ser humano (Eva) (Gn 2,18).

Es importante este punto porque descubrimos en nuestra 'cultura' la tendencia hacia la negación de la diferencia esencial entre el ser humano y el simple animal: También los animales tendrían derechos (Y uno se pregunta qué responsabilidades se corresponden con los mencionados derechos).

            El creyente sabe que sólo el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios: inteligente, libre, con capacidad para amar,…

-       Es el único ser del Universo, a quien Dios ama por sí mismo. Entre todos los seres de la creación visible, solo él ha sido creado para entablar con Dios una historia de amor. Solo él ha sido llamado a entrar en su divina intimidad.

-       Dios ha creado al ser humano por amor y le ha llamado al mismo tiempo, a amar. La vocación al amor forma parte de la imagen de Dios que el Creador ha querido imprimir en el ser humano.

-       Su alma, espiritual e inmortal, es creada directamente por Dios vez por vez cuando un ser humano es concebido. Dicha alma es creada por Dios independientemente de las circunstancias que rodeen esa concepción.

-       Hemos sido elegidos por Dios desde antes de la creación del mundo para ser santos por medio del amor (Ef 1,4).

-       A pesar de habernos separado de Dios por la desobediencia original, Dios nos ama tanto que envió a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga la vida eterna (Jn 3,16).

-       Por el ser humano pecador, Cristo derramó hasta la última gota de sangre, porque no hay mayor prueba de amor que dar la vida por aquellos a quienes se ama (Jn 15,13).

-       A través de la fe y el bautismo Dios re-crea al hombre pecador, e infunde en él una vida nueva, divina. El lavado bautismal sumerge al hombre en la muerte del Señor y le incorpora a su resurrección (Rm 6,3-13).

-       Cada ser humano puede decir: Cristo me amó y se entregó por mi (Gá 2,20).

-       Rescatados y comprados no con oro o plata sino con la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre (1P 1,18-19).

-       Hechos hijos de Dios por la unión con el Hijo Único. Llamados a ser partícipes de la naturaleza divina (2P 1,4). Hechos templos del Espíritu Santo (1Co 6,19).

-       De quienes Jesús dijo: Si alguien me ama cumplirá mis mandatos y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14,23). Herederos de la gloria eterna.

He aquí la excelsa dignidad del ser humano. Los mismos ángeles nos envidian.

Los animales, como el resto de la creación, han sido creados para servicio del ser humano. Dice Génesis 1,26: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen lo peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles”. Por consiguiente, el ser humano es el administrador de la Creación; el representante de Dios en el Universo.

Debemos entonces comportarnos de acuerdo con nuestra altísima dignidad; a la altura de la vocación a la que hemos sido llamados. Los mandamientos de la ley de Dios nos guían, si en algún momento nos resulta difícil  distinguir entre el bien y el mal.