Giuseppe Liano es misionero salesiano de Centroamérica en Kosovo. Después de un período ausente, finalmente vuelvo a escribirles.  Han sido meses llenos de tantas experiencias, mociones, emociones, rostros, lugares, etc. Que para detenerme a describir cada una haría falta un mail larguísimo y que ustedes dispongan del tiempo y la paciencia para leerme. Prefiero ser breve y conciso, para no perderlos como lectores.

El lunes inició oficialmente mi comunidad. Faltan tres hermanos por llegar, pero los que ya estamos aquí nos hemos alegrado el corazón al encontrarnos, contarnos las maravillas del verano y vernos dar pasos significativos en este proceso de formación. Algunos hicieron sus votos perpetuos, otros volvieron a casa revestidos y ordenados como diáconos y otros fueron a casa para ser ordenados sacerdotes. Es curioso... nos vemos y somos los mismos, pero al vernos reconocemos ya no ser los mismos, y cuánto se alegra el corazón.

Yo estas vacaciones las viví en una montaña rusa de emociones y experiencias. Habernos encontrado, haber compartido tanto en tan poco tiempo y tener que volver a salir de casa pienso que me ha hecho crecer un poco más, valorar aún más mi vida como salesiano y comprender que es a Dios a quien le pertenezco. No creo que sea coincidencia haber vivido esta experiencia a la puerta de un año que para mí abre un tiempo de especial gracia, por la preparación inmediata a los votos perpetuos (1 año) y la ordenación diaconal (2 años). Creo que he disfrutado haber podido ver, valorar, agradecer y orar cuanto he vivido como salesiano (hasta donde me ha traído el Señor, a quienes me ha enviado y cómo me ha formado) y sobre todo cuánto más me falta por vivir. Inconscientemente he hecho una primera síntesis de estos 9 años que llevo en el proceso, en vista del "si por siempre" que me preparo a profesar, no como una mera consecuencia de un proceso mecánico, sino como mi opción de vida.

Y esto se los cuento a partir de un hecho que me ha alegrado el alma. El 10 de septiembre fue la profesión perpetua de tres hermanos de mi inspectoría. Luego de algunas semanas entre melancolía, "jet lag", viajes, vueltas, etc. esa profesión para mi significaba el fin del período de vacaciones y el inicio de este nuevo año. Fue una misa que además de vivirla orando por los hermanos que daban su "si" a Dios y a la Congregación, la viví orando por cada una de las personas que me han enseñado a decir "si" en mi vida y que aun estando lejos, alimentan y animan cada día mi vocación. La sorpresa me la llevé al terminar la misa, cuando de entre la marea de muchachos que participaron en la Eucaristía, se acercaron algunos con una enorme sonrisa en el rostro, emocionados, a decirme "Giuseppe, tu sos el siguiente ¿verdad? Ya queremos verte haciendo tus votos para siempre". Entonces recordé y agradecí lo que un salesiano es en la vida de los jóvenes y me sentí dichoso de saberme llamado a serlo.

Fue un tiempo para descubrir lo que ya sabía porque muy distinto es saber algo teóricamente a conocerlo en la propia vida. Y un tiempo muy propicio para orar, para vivir, para amar.

Trataré de no perderme tanto y ser más constante al escribirles. Si les pido, de forma muy especial, que me incluyan en sus oraciones y agradezco que ya lo hagan. Yo ofrezco cada día por cada uno de ustedes.

Un abrazo grande.

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